miércoles, 28 de mayo de 2008

Domingo IX del Tiempo Ordinario. 01-06-08. Evangelio Mateo 7,21-27

Es necesario hacerlo porque no se puede abarcar todo de una vez, pero leer y oir la predicación de cada domingo corre el peligro de quedarse con trozos sueltos, aislados unos de otros, si el predicador no hace ver las distintas perspectivas y esto le exige una buena preparación, además de atreverse a ello. Cada uno de los cuatro evangelistas propone teologías distintas a los demás, así como Pablo y Santiago.
Así, hoy, Mateo nos enseña la importancia de las obras para la salvación; sin embargo, Pablo nos dice que nos justificamos por la fe sin las obras de la Ley (Rom, 3, 28). Viceversa, Santiago enseña que la fe sin obras es fe muerta (Sant., 2, 26). El cristiano puede preguntarse ¿en qué quedamos? ¿Es más importante la fe o las obras? ¿Se trata de teologías distintas dentro de una profunda adhesión a lo fundamental, que es Jesús?.
En realidad, todo depende del cristal con que se mire. No cabe duda que lo esencial, para el creyente, es la adhesión a Jesús el Cristo. Pero, esta adhesión a Jesús, si es de verdad, es ardorosa, es viva, es proyectada como el fuego, quema, es una fe que se proyecta a los demás para ayudarlos material y espiritualmente, Esa fe, para Pablo, es la fe que justifica pero que lleva consigo todo lo dicho. Esta es la fe viva. No hay fe muerta por no tener obras, como diría Santiago en su carta. O es fe o no es fe. A mí, personalmente, me gusta más explicarlo siguiendo a Pablo. Además, la fe viva es fundamental para la interpretación de la moral y de la ley. Elimina alienaciones y nos abre mucho más a Dios para echarnos completamente en sus brazos.
Ha sido necesario el precedente comentario porque el evangelio de hoy da primacía a las obras. Veamos las obras que citan los que serán rehazados: haber profetizado, haber expulsado demonios, y haber hecho milagros, que además fueron realizadas invocando la autoridad de Jesús. Sin embargo, anuncia Jesús que estos, el día del juicio, serán rechazados, porque obraron la iniquidad (v. 22-23). Como se deduce del contexto, es necesario haber practicado las obras que se citan, por ejemplo, en el capítulo anterior, entre ellas, las bienaventuranzas, el amor matrimonial y el amor a los enemigos (cap. 5), a la oración sin presumir (cap. 6). Para los que no practican dichas obras de nada sirve que hayan profetizado, ni que hayan expulsado demonios ni haber hecho milagros, aunque para ello hayan pronunciado engañosamente el nombre del Señor.
Pero estas obras deben nacer de una fe profunda. Si nacen de la fe, es porque la fe está antes que las obras. Es porque la fe tiene fuerza para empujarte a realizar obras buenas, obras como las dichas, obras de santidad. El que tiene esa fe, experimenta que su corazón arde de amor a Dios. Ese Dios que le empuja a esas obras, Por eso, Pablo puede afirmar que nos justicamos por la fe, no por las obras. Porque, para él, lo primero, es esa fe de la que provienen, como de la raíz, las obras buenas. Mateo, en el evangelio que se lee hoy, no se fija en la raíz sino en los frutos. Pero, es necesario profundizar y llegar a su raíz, a la fe de la que hablamos, para tener una vida más intensa y poder participar más de su luz. Mateo se queda un poco raquítico a mi modo de ver.
Ejercicio:
Tratar de comprender que, ante Dios, nos justificamos por la fe y no por las obras, tal como se explicó.

jueves, 22 de mayo de 2008

Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. 25/05/08. Juan 6, 51-58

Al final de este evangelio, lo lógico sería que se mencionase la reacción final de los judíos, que ya antes habían criticado muy seriamente a Jesús. Pero esto no sucede. Jesús se reitera nuevamente en lo dicho y no pasa nada. Sucede como en el dicho popular: "Aquí paz y después gloria". Da la sensación de que en este trozo evangélico Juan enseña directamente al grupo de creyentes y les habla del sentido de su adhesión a Cristo y de la interpretación de la eucaristía, fudamentalmente. Alrededor de estas ideas gira el evangelio de hoy.
Empieza Juan afirmando que él es: "El pan vivo bajado del cielo". Los judíos también llamaban pan a la Ley religiosa y cuya observancia, según la doctrina rabínica, aseguraba la vida para el mundo futuro. Era el pan ofrecido por la Sabiduría (Proverbios, cap. 9, versículo 5). Ahora, es Jesús quien definitivamente comunica al hombre la vida propia para siempre. Ya no es el cumplimiento de la Ley. Sólo Jesús es el pan de vida. Es necesaria la adhesión a él, al pan de vida.
Versículo 51b: "Además, el pan que yo voy a dar es mi carne, para que el mundo viva". Hasta ahora, se estaba haciendo referencia al maná y ahora, sin salir de la simbología el libro del Exodo, se pasa a la figura del cordero. Este y el maná eran alimentos. Ahora es Jesús el verdadero alimento. Ese Dios que no puede ser visto ni tocado, quiere entrar en el campo de la experiencia humana, y entra de verdad. Bien lo sabemos los que nos hemos adherido a Jesús. Dios lo consigue sin estar nosotros alienados. Es una verdad experiencial, dentro de una mente clara, pacífica, tranquila, con una paz y un amor que salen de lo más profundo del ser, sin hacernos por ello unos iluminados en el sentido peyorativo de la palabra.
Dice el versículo 52 que los judíos se "peleaban" unos con otros diciendo: "¿Cómo puede este darnos a comer su carne?". Si antes las palabras de Jesús provocaron una crítica (Juan, 6, 41), ahora provocan una pelea entre los mismos judíos. Jesús ha precisado que ese pan es su misma realidad humana, no una doctrina, como lo era la Ley de los judíos. Como ya decía en algunos de los primeros evangelios que yo expliqué, el género llamado "evangelio" consiste en exponer un mensaje a través de lo que parece ser una biografía. No quiere decir que los datos no sean reales, pero sí acomodados al caso. No olvidemos, además, lo dicho al comienzo de esta explicación: seguramente Juan está hablando para los miembros de su comunidad, durante una celebración eucarística.
En los versículos 53-54, continúa la simbología del Cordero Pascual (Juan 1,29). La carne del cordero fue alimento para la salida de la esclavitud; su sangre liberó de la muerte. Ahora, con la misma realidad, afirma Jesús: "Si no coméis la carne de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros...". Adherirse con verdadera fe a Jesús, se expresa con el comer su cuerpo y beber su sangre.
Nosotros vivimos por Jesús como él vive por el Padre (vers. 57). Como una advertencia final para entender bien este evangelio, debe tenerse en cuenta que el versículo 60 y s.s son continuació de cap. 6, versículo 21. Hay por el medio una inclusión en la que se encuentra el evangelio de hoy.
Reflexión: ¿No crees que, echándote en los brazos misericordiosos de Dios, podrías comer muchos domingos el cuerpo de Jesús?

viernes, 16 de mayo de 2008

Santísima Trinidad. 18/05/08. Juan, 3, 16-18

"Así Dios demostró su amor al mundo" (Juan, 3, 16). Él toma la iniciativa y para ello se introduce en la historia humana. Se hace hombre sin dejar de existir como Dios. Es la realidad del que llamamos Hijo de Dios. Los que de una u otra forma nos adherimos a este Dios hecho hombre tendremos la vida definitiva. Pero no olvidemos el evangelio del domingo anterior, pues según diversos parajes Jesús relaciona la vida definitiva, o simplemente la vida, con estar libre de pecado. Dice Juan que seremos libres del pecado si la comunidad nos declara libres, es decir, si se nos reconoce que no apoyamos las injusticias contra el hombre, o mejor si lo defendemos contra toda injusticia. El grupo cristiano, como tal grupo, debe ser un paladín contra las injusticias. De esta forma, es fuerte su adhesión a Jesús y sus miembros reciben la vida divina.


Hablando con un filósofo, proveniente de una filosofía atea, reconocía que no se puede negar la posibilidad de que Dios se haga hombre, viniendo a este mundo. Pues: "así demostró Dios su amor al mundo" a este mundo limitado. Jesús nos enseñó que Dios nos ama con todas sus fuerzas, aunque tengamos que pasar por todas las miserias e injusticias de este mundo, imperfecto y pecador. Gracias a su inmenso amor, se nos da la vida divina.


Los tres versículos de que consta el evangelio de este domingo abundan en la misma idea: la adhesión al Hijo de Dios y sus consecuencias. El amor de Dios, la vida divina para los que se adhieren a Jesús, y la consideración de que estos no serán juzgados pues no están sujetos a sentencia (Juan, 6, 18). Para estos no habrá juicio final, irán derechos a la vida eterna.


La Ley judía imponía intermediarios entre Dios y los hombres al estilo de lo que sucedía entre un señor y sus esclavos. Entre Dios y los judíos existían los maestros y la jerarquía de los jefes. El contacto con Dios necesitaba intermediarios. Ahora, al adherirnos a Jesús, recibimos la vida divina y nos hacemos hijos de Dios (Juan, 1, 12). Ya no hay que ser fiel más que al amor de Dios, con todas sus consecuencias.


Práctica:

Reflexiona sobre lo leído en este comentario, pero no olvides la necesidad de la continua adhesión a Jesús, el Hijo de Dios, también en la actualidad.


viernes, 9 de mayo de 2008

Pascua de Pentecostés. 11/05/08. Evangelio de San Juan, 20, 19-23

"Ya anochecido". Es decir, cuando es el principio de la noche, después ya de la puesta del sol.
"Aquel día primero de la semana". Comienza la nueva creación, como también en aquel otro primer día comenzó la creación del mundo. Juan juega, desde el principio de su evangelio, con las dos creaciones y las va poniendo en paralelo. Ahora es el primer día de la nueva creación y, por tanto, de la nueva alianza.
"Estando atrancadas las puertas". Según el texto griego, cerradas, no sólo con llave, sino también con una barra o con cerrojos. Tal era el inmenso miedo que tenían a los dirigentes judíos.
En los versículos anteriores, María Magdalena, mujer, representa a la comunidad de creyentes a los que lleva la buena noticia. Ahora, "los discípulos", como totalidad, incluyen a todos los que dan su adhesión a Jesús, sean hombres o mujeres, sin nombres propios, por igual.
"Llegó Jesús, haciéndose presente en el centro, y les dijo: "Paz con vosotros"". Jesús no entra por la puerta, ni recorre el espacio correspondiente. Se sitúa directamente en el centro. Los discípulos se reunían el primer día de la semana; ese día es cuando se aparece Jesús y se aparece en el centro para mayor intimidad. No cabe duda que es el día de la reunión eucaristica.
Sucede aquí como con el dolor para el creyente que, al final, se resuelve en una gran paz cuando se sobrellevó manteniendo el amor a Jesús, sin ser, por ello, masoquista. Los discípulos sufren el profundo dolor del miedo, pero llega Jesús y les proporciona una inmensa alegría: "Los discípulos sintieron la alegría de ver al Señor".
"Sopló y les dijo: "Recibid Espíritu Santo"". "Sopló" es un verbo muy significativo, pues es el mismo que se encuentra en el Génesis cap. 2, vers. 7, cuando se dice que Dios sopló sobre el hombre y le dió vida. Paralelamente, aquí el soplo de Jesús comunica a los discípulos la nueva vida divina, la del Espíritu. La que nos da vida para siempre, a pesar de la muerte física.
"A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados". Para comprender el contenido de este versículo, hay que tener presente el concepto de pecado en Juan. Para éste, consiste en integrarse voluntariamente en el orden injusto. El pecado para Juan, no es una mancha, sino una actitud del individuo: pecar es ser cómplice de la injusticia encarnada en el sistema opresor. Cuando la persona cambia de actitud y se pone a favor del hombre, cesa el pecado.
Por haber recibido el Espíritu la comunidad, transformada por la nueva vida, puede discernir la autenticidad de los que manifiestan su adhesión a Jesús y a su mensaje. Como se ve, no se trata de una "potestad", sino de una capacidad de la comunidad de creyentes para discernir lo verídico del amor vivido a favor de los hombres.
En resumen, la vida del creyente se resume en el mandamiento del amor: amor a Dios y, en consecuencia, a los hombres. Van íntimamente unidos los dos amores. Tal es el mensaje de Jesús.
PRÁCTICA:
Compara lo que Jesús dice, en este evangelio, sobre el perdón de los pecados, con la práctica actual en tu iglesia.
Compara el concepto de pecado que manifiesta Juan, con el que te enseñaron.

viernes, 2 de mayo de 2008

Ascensión del Señor. 04-05-08. Evangelio de Mateo 28, 16-20

Se recomienda leer el evangelio por cuenta propia.
En el versículo 16 de Mateo 28, subrayamos lo siguiente: " Los once discípulos fueron a Galilea al monte donde Jesús los había citado". Como vemos, este evangelio no dice "los once" ni "los once apóstoles", ni los "apóstoles". Los "doce" representaba a las doce tribus de Israel. Este significado ha perdido importancia porque, aparte de la traición de Judas, Israel ha rechazado al Mesías y ahora la primera misión va fuertemente dirigida a los paganos. Por esta razón, se escoge Galilea como punto de partida. Ella es la terra limítrofe con las naciones paganas. Para los judíos, el monte representa la presencia de Dios; en él se vive el contacto con la divinidad, se siente el misterio. Cuando suben al monte, porque Jesús los había citado allí, palpan la fuerza de Dios, se postran, pero sienten miedo y dudan. La divinidad de Jesús, llevada al extremo de la experiencia, les sobrecoge y temen no ser capaces de cumplir la misión que les va a ser encomendada. Es lo que nos dice el v. 17.
Por tener gran importancia, copiamos el mandato de Jesús: "Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos para consagrárselos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado; mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta edad".
La misión que Jesús les encomienda es hacer discípulos, proclamar su mensaje para que lo aprendan, lo sigan y lo practiquen. Para ello, debe empezarse por el bautismo. En el ámbito judío, o mejor, en el bautismo de Juan, el bautismo conferido con agua es signo público de arrepentimiento. Quien se bautiza rompe públicamente con su adhesión al pecado, para vivir una nueva vida. Además, el bautismo de Jesús es una entrega del bautizado al Padre, a Jesús y, con ellos, al Espíritu Santo. Por esta razón, se denomina "bautismo en agua y en el Espíritu". En total, no basta nuestro arrepentimiento, es necesario darse personalmente a Dios, al Espíritu.
Una vez más, la mediocre traducción del misal nos hace perder matices muy clarificadores del Nuevo Testamento. Jesús no dijo: "bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo..." sino más bien "bautizadlos para que queden vinculados al Padre y al Hijo...". Mateo no confunde el significado de dos preposiciones griegas (eis y en), nosotros parece que sí.
Una vez cumplido el bautismo, Jesús encarga a sus discípulos la práctica del mensaje. No encarga enseñar doctrina, sino practicar todo lo que ha mandado. ¿Y qué es lo que Jesús ha mandado?, ¿cuáles son sus mandamientos?. La única vez que aparece la palabra "mandamiento", sin referirse a los del Antiguo Testamento, es con relación a las bienaventuranzas. Estas son los mandamientos de Jesús que sustituyen a los de Moisés. Son el código de la nueva alianza y esto es lo que hay que enseñar a guardar a los que desean ser discípulos de Jesús. Bautizarse, con todo lo que esto significa, y cumplir las bienaventuranzas. Ni nada más, ni nada menos.

 
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