martes, 10 de mayo de 2011

Domingo IV de Pascua. Ciclo A. 15/05/2011. Juan 10,1-10.

   En este evangelio se nos presenta Jesús como el buen pastor. Se trata de una figura literaria, una alegoría. Quien no entra por la puerta en el atrio de las ovejas es un ladrón y un bandido. En el lenguaje de Juan, las ovejas, como alegoría, significan el pueblo dominado abusivamente por los dirigentes. Jesús se dirige aquí al grupo religioso de los fariseos. El atrio significa el templo o la institución judía donde abundan los explotadores del pueblo.

   Entre los judíos, se entremezclaba lo político y lo religioso. Aquí, dejando a un lado lo político, se da un enfoque religioso. También en lo religioso puede producirse un verdadero control y abuso de poder sobre las almas. Los que tratan de dominar abusivamente al pueblo, dice Jesús que no entran por la puerta, sino saltando la valla. Son ladrones y bandidos.

   El auténtico pastor entra por la puerta y pasa entre los guardas. Las ovejas conocen su voz y lo siguen. Las lleva a buenos pastos. Jesús es la puerta y no abusa de las ovejas, no las explota. Al contrario, les da una gran libertad para que, habiéndose adherido a él, puedan moverse libremente. Jesús no explota, Jesús libera. Por eso la adhesión, en el corazón, a Jesús supone la apertura a un nuevo mundo. Para entender verdaderamente esta gran verdad es necesario distinguir entre fe y religión. La fe es la adhesión a Jesús en el corazón. Es lo fundamental: aceptarlo en nuestro corazón como salvador, como verdadero pastor que me va a conducir a dulces pastos. Como Dios hecho hombre para enseñarme el camino. La verdadera fe está contenida en el credo, que debemos recitar una vez que hemos aceptado a Cristo. Mejor, en el Nuevo Testamento y en el credo resumen.

   Para salvaguardar la fe se ha constituído la religión. Pero, es necesario distinguir entre la fe y religión. En esta, a veces, se abusa de las almas. La Jerarquía establece, a menudo, pecados mortales donde no tiene por qué haberlos. Y, no se olvide que pecado mortal significa que Dios ya no es nuestro amigo y que nosotros no queremos saber nada de él. Por lo que es muy difícil que nosotros pequemos así contra Dios. No es tan fácil cometer un pecado mortal, a no ser que nos convirtamos realmente en explotadores y abusadores de los demás.

   Entre mucha gente, en concreto entre la juventud, sucede a menudo que todo intento de imposición conduce a la fatal desrealización de aquello que se intenta imponer.

   Vayamos pues a lo fundamental: demos continuamente nuestra adhesión a Cristo, amémosle, hagamos oración, vivamos el evangelio, recibamos a Cristo en la eucaristía y mantengamos una relativa libertad ante las leyes que trata de imponernos a veces la jerarquía. Nuestro pastor es Jesús. La jerarquía está para ayudarnos, no para imponernos cargas más o menos pesadas.

   Compromiso:
   Sentirnos adheridos a Cristo haciendo una oración personal en la que lo expresemos con claridad.

 
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