martes, 17 de enero de 2017

III Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 22/01/2017. Mateo 4,12-23

   El tema de la luz y de la alegría, de gran solera en las vivencias cristianas, irradia en las lecturas de este día. Pero, a la vez, aparece el tema de las divisiones entre los mismos creyentes, tema de gran actualidad aún entre los mismos cristianos católicos. Ante tantas iglesias cristianas, para memorizar, nada mejor que la pregunta que se hace Pablo: "¿Está dividido Cristo? (1 Cor.1)". Y, busquemos hermanos en Jesús de Nazaret.

   Dice Isaías en la primera lectura (8,23b-9,3) que Galilea vio una gran luz llena de mucho brillo, y se alegró fuertemente llenándose de gozo. Es la alegría interna que se siente ante la cercanía de Dios y que se manifiesta incluso cuando atravesamos una etapa de dolor y sufrimiento.

   Pablo nos urge a los cristianos (1 Cor. 1.10-13.17), a todos los cristianos, a que nos pongamos de acuerdo y no andemos divididos: ¿Es tan difícil esto, con los grandes avances de la investigación bíblica? Hoy día, podríamos ponernos de acuerdo en muchas cosas. Además, hoy día, hay tales persecuciones que se derrama abundantemente la sangre de muchos cristianos de diversas confesiones. ¡Si hay ecumenismo de sangre ¿por qué permanecemos divididos?! ¿Somos tan torpes que esperamos a que se acerquen los otros, en vez de ir unos al encuentro de los otros? Y lo que es peor, los mismos católicos estamos divididos entre conservadores y progresistas, en contra o a favor del Papa.

   El evangelio de este domingo nos sitúa el centro de predicación de Jesús en las cercanías del lago de Genesaret o mar de Galilea. Empieza repitiendo la primera mitad de la primera lectura y la aplica como un verdadero cumplimiento profético en Jesús. En efecto, una gran luz brilló en toda Galilea. A menudo, los creyentes hablamos muy poco o nada con los demás sobre Jesús, sobre las cosas de Dios, sobre nuestra vida de oración. No se nos ha preparado para ello. Jesús, por el contrario, enternece cuando habla de Dios. Hay que convertirse. Llama a Pedro y Andrés, a Santiago y Juan, y le siguen con rapidez. Se hacen verdaderos pescadores de hombres. La rapidez del seguimiento no debe tomarse al pie de la letra. Primero tuvieron que captar, de verdad, el meollo del mensaje de Cristo. O mejor las vivencias del mismo. No sabemos el tiempo que les llevó, pero cuando ello se hizo realidad, la rapidez en el seguimiento fue real. Ya no hubo pausas. Siguieron a Jesús hasta el final.

   Esa es la gran lección que debemos aprender. Si nos falta el contacto con Jesús no tenemos nada que aprender. Ello se consigue con la oración. Oración de meditación, de estar con Jesús. Es necesario el contacto personal con Dios. Sólo así podremos llegar a ser pescadores de hombres como Pedro y Andrés, Santiago y Juan.

   Compromiso:
   Buscar la hermandad con los demás.

 
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