lunes, 23 de septiembre de 2013

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 29/09/2013. Lucas, 16,19-31

   La primera lectura de hoy, tomada del libro bíblico de Amós (6,1a.4-7) continúa la virulenta crítica contra los ricos indolentes. Critica a los que duermen en camas de madera con incrustaciones de marfil y que comen abundante carne. Esta era relativamente escasa en la antigüedad y privilegio de los ricos, que comían terneros engordados con granos en su establo.

   Los ricos a los que se refiere el profeta Amós disfrutaban de grandes juergas y orgías. Bebían vino con los recipientes llenos y se ungían con los aceites más valiosos. No les importa la miseria en que viven otros.

   Estos ciudadanos de élite, de primera clase, serán también los primeros en marchar al exilio, y sabrán lo que es pasar de una vida opulenta en grado máximo, a una de pobreza y miseria.

   El texto quizá esté haciendo referencia a Marzeah, un antiguo club de lujo, donde algunos encontraron la muerte por excesivo consumo de comida y alcohol.

   Comienza la segunda lectura (1 Tim, 11-16) dirigiéndose a Timoteo con la expresión "Hombre de Dios". Con ella, se recuerda a Timoteo su alta vocación y linaje espiritual y es la misma que se dio a Moisés, Elías y otros profetas. Es, pues, una persona que está al servicio de Dios, que habla por Dios y que representa a Dios.

   La fe, que Pablo recomienda a Timoteo, es la confianza personal que éste debe tener en Dios y su palabra ante el reto y los peligros de su ministerio.

   "Conquista la vida eterna" o mejor "echa mano de la vida eterna", como calidad de vida de la que nos debemos apropiar y aprovechar ahora, en la vida práctica.

   Las lecciones que nos da esta epístola son tan abundantes y tan ricas, que es imposible abarcarlas hoy.

   En el evangelio, se relata la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro. Esta parábola cambió la  vida de Albert Schweitzer y lo llevó a dejar su confortable vida europea, para fundar el Hospital Lambarene en Africa.

   Dice el evangelio que el hombre rico vestía de  púrpura y de fino lino. La púrpura simbolizaba la riqueza y el poder, y los romanos según el estatus, podían llevar más o menos púrpura. Otra señal de riqueza era la finura del lino.

   Un mendigo llamado Lázaro estaba echado junto a la puerta del rico, y lleno de llagas. ¿Cómo se sentirá Lázaro al ser tan pobre, rodeado de tanta riqueza? Hoy, la extrema riqueza y la extrema pobreza, a menudo se encuentran tan cercanas, que es extremadamente insultante, creando un gran resentimiento. Millones de Lázaros sufren, hoy día, situaciones parecidas.

   Es muy significativo que Lázaro es la única persona que se nombra en todas las parábolas de Jesús. Su nombre significa que Dios sana o que Dios ayuda. Resulta paradógico. Sin embargo, sean lo que sean los azares de la vida, jamás debemos separarnos de Dios. Si es así, tendremos una experiencia iluminativa maravillosa.

   Conocemos el desarrollo de la parábola. Notar, sin embargo, que no se habla del entierro de Lázaro y sí se dice que el rico fue enterrado. En aquella cultura, no ser enterrado como es debido sería la última indignidad para quien llevó una vida realmente indigna.

   Pero, con la muerte se han invertido los papeles. Ahora es el rico que clama pidiendo la ayuda de Lázaro. Siempre es conveniente leer el evangelio entero para completar este comentario. Simplemente añadir ahora que, aunque viniese alguien del otro mundo a ponernos alerta de lo que hay en el más allá, no le creeríamos, buscaríamos explicaciones. Realmente, si tenemos buena voluntad, nos basta el testimonio de Jesús en los evangelios.

   Compromiso:
   Reflexionar sobre lo que más nos guste de los evangelios.

 
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