miércoles, 23 de noviembre de 2016

I Domingo de Adviento. Ciclo A. 27/11/2016. Mateo 24,37-44

   Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico y un nuevo ciclo, el ciclo A. Las lecturas nos hacen recorrer la historia de cada uno según el plan de Dios, dirigiéndonos al final de los tiempos, donde Dios se nos aparecerá en todo su esplendor. Este es el aire puro que se nos manifiesta en este día. Respiremos profundamente y empapémonos de él.

   La frase que nos viene bien memorizar, tomada de la primera lectura, Isaías 2,2, dice: "La montaña de la casa del Señor es la cumbre de las montañas".

   Enlazamos así con la primera lectura (Isaías 2,1-5). En ella, la palabra monte o montaña aparece cuatro veces. Para los judíos, los altos, las montañas, son lugares donde se vive la presencia de Dios. Entre nosotros, muchas personas al llegar a un lugar alto, a la cima de una montaña, sienten también la presencia de Dios. Es algo bastante común a las personas creyentes. Y ese Señor Dios, cuya cercanía vivimos, no nos abandonará jamás después de nuestra muerte. La paz será su gran regalo, transformando las espadas en arados y caminaremos a la luz del Señor.

   La carta a los Romanos (13,11-14a) afirma que nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. En consecuencia, debemos andar como se anda de día, pues pertenecemos al reino de la luz.

   El evangelio de hoy está escrito en género apocalíptico. Jesús recordó poco antes, lo que ya había sucedido: la destrucción del templo. Este hecho fue tan estremecedor para los judíos, que les llevó a preguntarse sobre el fin del mundo. A lo largo del capítulo evangélico que comentamos y del siguiente, Jesús nos dice que debemos estar preparados para cuando llegue  nuestro fin. No debemos pensar solamente en comer y beber, en casarse y dar en matrimonio. Por esto nadie puede culparnos. Pero, no debemos estar tan metidos en la rutina diaria que no nos paremos a pensar para nada en nuestra vida espiritual. Aquí está la clave. Podemos buscar la felicidad en esta vida. La felicidad en el cuerpo y en el alma. Pero sin olvidar nuestra vida de relación con Dios en las alegrías y en las penas.

   Preparémonos pues, para la venida del Señor. Adviento es una preparación para la Navidad. Aprovecha para dar lo que corresponde a tu vida espiritual. De esta manera, estarás preparado para cuando llegue el Señor al final de tu vida. Es algo que puede llegar en cualquier momento. No avisa.

   Compromiso: 
   Haz todo lo que, espiritualmente, te evoca el monte, la montaña.

 
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