martes, 26 de febrero de 2019

VIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 03/03/2019. Lucas 6, 39-45

   La primera y tercera lectura de la misa de hoy forman un bonito puente. Ambas ponen de manifiesto la importancia de la palabra ejemplarizada en el fruto del árbol. La segunda lectura se resume en que nos entreguemos sin reserva a la obra del Señor.

   El libro bíblico del Eclesiástico (27, 4-7) nos presenta la primera lectura. Nos hace unas reflexiones sobre la palabra, lo que significa para los semitas, para los judíos. Para ellos, la palabra es más que mero lenguaje. Es más que la simple comunicación de ideas. Transmite fuerza, transmite energía. Es todo un símbolo. Es eficaz y dinámica. La palabra nos enseña el corazón de la persona. El fruto nos pone de manifiesto cual es el árbol.

   1 Corintios (15, 54-58) nos transmite la enseñanza de la segunda lectura, es decir, que nos entreguemos sin reserva a la obra del Señor. Ya no hay muerte, pues, la muerte ha sido absorbida por la victoria. Dios nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Trabajemos mucho por el Señor, convencidos de que nuestro esfuerzo no será en vano.

   El evangelio nos enlaza de nuevo con la primera lectura. Nos recuerda que quien enseña ha de formarse primero como profesor, si no quiere ser como un ciego que guía a otro ciego, con todas las posibles consecuencias. Sin embargo, todos debemos enseñar, todos debemos hablar de Dios. A menudo hablar de nuestras vivencias, de nuestra relación espiritual con el Señor, puede producir en los demás una profunda revalorización de las propias. Pero, a menudo, hablar de las cosas de Dios necesita de una preparación previa. No puede hacerlo quien no sabe. La Iglesia pone en nuestras manos multitud de medios para capacitarnos y disponernos. Dispongámonos a obtener una adecuada preparación para hacer bien a los demás.

   La lectura evangélica cambia repentinamente y pasa al ejemplo de la viga y la mota en el ojo propio y en el ajeno. Tratar de quitar la mota en el ojo ajeno y no ver la viga en el nuestro, es de hipócritas. O, también, los árboles buenos dan frutos buenos, y las zarzas no dan racimos de uvas. Y, la misa termina en sus lecturas, con la misma reflexión con la que empezaba la primera. El libro del Eclesiástico afirmaba que cuando la persona habla, se descubren sus defectos y, ahora, al final del evangelio que " de lo que rebosa el corazón habla la boca".

   Compromiso:
   Prepárate para llevar a otros la palabra de Dios.

 
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