martes, 14 de febrero de 2012

VII Domingo del Tiempo Ordinario. 19/02/2012. Ciclo B. Marcos, 2,1-12

   De nuevo Jesús se encuentra en Cafarnaún y, pasados unos días, se supo que estaba en casa. Esta casa no es la de Jesús. Aquí, casa tiene un significado especial. Es una casa que se abarrota de gente, ya no caben ni a la puerta. Por esto y otras razones, esta casa es un lugar a donde la gente acude como si fuera la sinagoga. Es la casa común de todos los israelitas de Cafarnaum. Es la casa llamada de Israel, considerada como  propia por todos los israelitas.

   Aquí, empieza una nueva temática del mensaje de Jesús. Si, con el leproso del domingo anterior, Jesús trata de derribar la discriminación que producen las prescripciones sobre la impureza, a pesar de ser la doctrina oficial considerada de origen divino, ahora el mensaje va a ser otro. No sólo los hijos de Israel tienen acceso al reino de Dios. Todo el mundo, todos los no israelitas, es decir, todos los paganos, tienen el mismo derecho a ser del reino de Dios. Jesús va a formular este mensaje a través de una narración.

   El paralítico y sus portadores son figuras que representan el mensaje. Hay un anonimato de los personajes y una ausencia de datos sobre los mismos. Además, es, a todas luces, un hecho irreal, imaginario, subir al tejado y "destechar el techo" como dice el texto griego. Además, a pesar de estar tan abarrotado que el paralítico no pudo entrar por la puerta, ahora sale entre la gente con su camilla. Es, pues, la representación de un mensaje.

   Un dato importante para la interpretación de este relato evangélico del paralítico es el número cuatro. Dice el texto: "Llegaron cuatro llevando un paralítico". El paralítico es un personaje anónimo y sin voz, es el inválido total. Los portadores son también anónimos y sin habla. El número cuatro tiene un simbolismo bien conocido. Representa los cuatro puntos cardinales y, por tanto, el mundo y la humanidad entera. En el Antiguo Testamento y en las culturas paganas de la época, este número expresa totalidad y universalidad. Jesús ya no se dirige sólo a los de Israel, sino a la humanidad entera. El reino de Dios se ofrece a todo el mundo. El paralítico es figura de toda la humanidad pecadora.

   El episodio es, por tanto, programático. Presenta a Jesús como salvador de todos, no sólo de Israel. "Viendo Jesús la fe de ellos, le dice al paralítico: Hijo, se te perdonan tus pecados". Como vemos, la primera palabra de Jesús es "Hijo". Para él, los paganos son tan hijos de Dios como los israelitas, que son los únicos que se consideraban con ese derecho.

   Y los letrados presentes afirman de Jesús: "¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" Lo que contradecía la doctrina oficial era blasfemia. Para demostrar que él tiene el poder de perdonar pecados le dice al paralítico: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".

   Compromiso:
   Cambiar de mentalidad y considerar que Dios ama de verdad aún a aquellos que no lo conocen o no lo quieren.

 
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