martes, 11 de agosto de 2009

Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 23/08/2009. Juan 6,60-69.

Los discípulos, cuando Jesús se niega a ser proclamado rey, desertaron en bloque (6,15-21). Pero él fue a su encuentro y logró reagruparlos (6,21). Hoy vuelven a decir: "Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso? (6,60)". En la multiplicación de los panes, con cinco panes y dos peces, se dió de comer a cinco mil hombres. Es decir, la generosidad de lo poco de cada uno puede solucionar grandes necesidades. Lo importante y lo que se pide al cristiano es no estar apegado a sus bienes y repartirlos en abundancia. Pero, en la primera comunidad cristiana, no todos quieren aceptar este programa que les parece muy duro. Es lo que se refleja en el evangelio de hoy. Recordemos que el género literario llamado evangelio relata lo que sucede en la primitiva comunidad cristiana, incrustándolo en la vida y en las palabras de Jesús.

Al estupor de los discípulos, Jesús reacciona recordando que él ha bajado del cielo y aquí tendrá una muerte durísima, para después subir a donde estaba al principio, junto al Padre (v. 61-62).

Para entender a Jesús hay que dejarse llevar del Espíritu, él es quien da vida. Lo contrario, la carne, el egoísmo, nos cierran a la vida y a la belleza del espíritu (v.63).

Jesús se daba cuenta de la realidad. Sabía que había quienes no creían en él; incluso que uno lo iba a entregar. No todos eran capaces de aceptar su mensaje (v.64).

Es muy importante o, mejor, necesarísimo no cerrarse al Espiritu. Quien se cierra al Espíritu, permanece en la esfera de la carne, rechaza el don del Padre y no llega nunca hasta Jesús. Sólo el Espíritu da la vida. La vida con una felicidad interna grande, maravillosa (v.65).

Pero, como Jesús insiste en lo dicho, muchos discípulos se echaron atrás y dejaron de seguirlo (v.66). Jesús no renuncia a su línea aunque se quede solo. Por eso pregunta a los doce: "¿También vosotros queréis marcharos? (v.67)". Pedro contesta en representación de todos: "Tú tienes palabras que dan vida eterna (v.68)". Y es verdad. Es la experiencia de la primera comunidad cristiana. Pedro habla en nombre de todos. En plural: "¿A quién vamos a acudir? (v.68)".

Nosotros, con la primitiva comunidad cristiana, creemos firmemente y sabemos muy bien que Jesús es el Consagrado por Dios (v.69). Es la experiencia real, verdadera, y que da una vida del Espíritu a los que tenemos y conservamos la fe en Jesús.

La expresión "Consagrado por Dios" siginifica que en Jesús está la plenitud del Espíritu, todo el Espíritu, no cabe más Espíritu de Dios en él, por decirlo de alguna manera. Es la presencia de Dios en el mundo. Creerlo y vivirlo, o vivirlo y creerlo, llena al alma de una profunda paz y no se cambia por nada. Es la seguridad y la paz que da el Espíritu. Se ve con los ojos de la carne, pero en profundidad sólo con los ojos de la fe.

Práctica:
No te avergüences de la fe. Vívela y manifiéstala con sencillez y naturalidad.

 
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