miércoles, 29 de mayo de 2019

VII Domingo después de Pascua. Ciclo C. 02/06/2019. Lucas 24, 46-53

   Celebramos hoy la solemnidad de la Ascensión del Señor. Hoy pido perdón a los lectores de este comentario de las lecturas de la misa del día. Hoy es la Primera Comunión de mi primer nieto, Iván. Mi deseo es que todo lo que su abuelo dice aquí, le sirva durante toda su vida para vivir cerca de Dios y sentir su presencia. Me considero perdonado por mis lectores y sigamos adelante. Muchas gracias. Como frase para tener presente durante estos días, se propone la siguiente: "En su nombre (en el de Jesús) se proclamará la conversión para el perdón de los pecados" (Lucas 24).

   La primera lectura (Hechos 1,1-11) nos manifiesta la presencia del Espíritu y cómo los bautizados reciben su fuerza para ser sus testigos. En las lecturas de hoy, la presencia del Espíritu es grande. Vivamos siempre de la presencia de Dios. Vivamos siempre cerca de Dios y llevémoslo a los demás.

   En Efesios 1,17-23 se propone la segunda lectura. Empieza con algo muy importante. Nos dice: "Que Dios nos dé espíritu de sabiduría para conocerlo...". Es muy importante y sumamente necesario. Sentir en nosotros el Espíritu de Dios, nos lleva por buen camino. Seamos siempre sus amigos y no nos separemos de El. Y trabajemos por la causa de Dios. Comuniquémonos con Dios por medio de la oración. Sobre todo con oraciones inventadas por nosotros, oraciones espontáneas. Oraciones que salen del corazón. Ello nos llevará a conocer de verdad a Dios.

   Llegamos al evangelio (Lucas 24,46-53). Tres son las lecciones que se desprenden de su lectura. La primera es que por la conversión o aceptación del evangelio se nos perdonan los pecados. Es el gran regalo que nos da el Señor. Y, con ello, nos revertimos de la gran fuerza que nos viene de lo alto, para atrevernos a dar testimonio del Señor. Es la segunda lección o beneficio. Y, con todo ello, se hace realidad la bendición del Señor. Es una estampa preciosa: el Señor, con las manos en alto, mientras se va alejando de los discípulos y ascendiendo a los cielos, los bendice. Ellos, como tú y como yo, saborean la alegría que el Señor sabe dejar en nuestros corazones cuando de verdad lo amamos y trabajamos por extender el reino de Cristo.

   Sepamos arrepentirnos de verdad de nuestros pecadillos y recibamos con mucha frecuencia al Señor Jesús en la comunión. El nos llenará de alegría. Mi nieto Iván no olvides las grandes lecciones de tus abuelos y transmítelas a mis otros nietos. Perdón pido a todos mis lectores. Gracias.

   Compromiso:
   Medita sobre la alegría que proviene de Dios.

 
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