miércoles, 3 de junio de 2009

Domingo de la Santísima Trinidad. 07/06/2009. Mateo 28,16-20

Hoy, se habla de los "once discípulos", no de los doce ni de apóstoles. Son once porque no se mencioa a Judas el traidor. En Mateo, 10,1, se dice: "sus doce discípulos" como si no hubiese más discípulos que siguiesen a Jesús. En Mateo, 10,2, sin embargo, se llaman apóstoles, pero sólo aquí en Mateo, como excepción, porque la misión es propia de todo discípulo de Jesús. Todos estamos llamados a extender el reino de Dios. Además, el número 12 es un número simbólico que representa a las doce tribus de Israel. Los 12 es un símbolo de todos los discípulos de Jesús sea cual sea su número. Es el nuevo Israel.

Ahora, como Israel rechazó al Mesías, la misión se dirige fundamentalmente a los paganos. Y Galilea es un buen punto de arranque para ello, por estar limítrofe a naciones paganas.

Los discípulos han de ir a un determinado monte de Galileo. El monte representa, entre los judíos, la esfera divina, el lugar donde se manifiesta Dios. Por esta razón, los discípulos se postran ante Jesús, porque sienten la presencia de la Divinidad, de Jesús como Hijo de Dios. Sin duda, este pasaje está en relación con la transfiguración y los discípulos dudan porque no tienen la fe suficiente para asumir el destino de extender el reino de Jesús. Según Mateo, es la primera vez que tienen experiencia de Jesús resucitado y, por lo mismo, es lógico que duden. Sabiendo, además, que puede costarles la vida (hasta aquí, los versículos 16 y 17).

Desde el cielo, la autoridad de Jesús no tiene límites (v. 18). La misión que Jesús da a los suyos es la de hacer discípulos, para que los hombres sigan las enseñanzas.

Para ello, el primer medio es bautizar a los que se hagan discípulos. El bautismo con agua es signo de arrepentimiento y enmienda. El bautismo con Espíritu, que conlleva el mandado por Jesús, vincula con el Padre, el Hijo y el mismo Espíritu.

Según el original griego, bautizar "en el nombre de" significa bautizar para alguien, es decir, para consagrar a los discípulos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. En concreto, el discípulo queda vinculado al Espíritu, que lo pone en la línea de Jesús. Mateo, que tiene una fuerte tradición judía, incluye probablemente en el encargo de bautizar, los dos bautismos, el de agua que damos los discípulos, y el del Espíritu, que es obra de Jesús (v.v. 18 y 19).

Además, a los discípulos hay que animarlos a guardar, a practicar todo lo enseñado, mejor aún, mandado por Jesús. Y la única vez que, en Mateo, aparece algo mandado por Jesús, sin referirse a mandamientos del Antiguo Testamento, es en 5,19 al hablar de las bienaventuranzas. Estas son, pues, la nueva ley que nos trae Jesús y la que manda enseñar.

Para todo ello, Jesús está con nosotros hasta el final del mundo (v.20).

 
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