jueves, 31 de diciembre de 2015

II Domingo del Tiempo de Navidad. Ciclo C. 3-1-2016. Juan 1,1-18

     En las lecturas de hoy se manifiesta el misterio de Dios, visto como sabiduría divina, o como su Hijo el Cristo, o como Verbo, como Palabra.

     La primera (Eclesiástico 24, 1-4.12-16) ve a Dios bajo el prisma de la sabiduría. No se trata de la sabiduría humana, sino de la sabiduría divina. La sabiduría que se manifiesta en la persona que vive cerca de Dios. Esa sabiduría, ese algo divino, para bien o para mal se manifiesta a todo el mundo. Es admirada en la congregación plena de los santos y echa raíces en el pueblo de Dios.

     En la carta a los Efesios (1,3-6.15-18), el misterio de Dios se muestra en Cristo, en el que nos eligió para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Si Cristo es Hijo de Dios, nosotros también lo somos por pura iniciativa divina. Gracias a ello somos portadores de la sabiduría divina, de la que se habla en la lectura anterior. Los ojos de nuestro corazón se iluminan y comprendemos la esperanza a la que Dios nos llama. Todo ello produce vivencias en nuestro interior, vivencias que debemos alimentar con nuestro contacto con Dios, con nuestra oración.

     La lectura evangélica nos presenta el misterio de Dios como Palabra o Verbo y como Luz. En la Palabra de Dios está la vida, que vivida es verdadera luz para nosotros y para los que nos conocen. A los que nos dejamos invadir por esa luz, nos da poder de ser hijos de Dios, idea que ya se nos infundía en la anterior lectura. Porque, si en el aspecto natural hemos nacido del deseo de la carne, en el sobrenatural (es decir, en el de la gracia) hemos nacido de Dios, somos hijos suyos.

     Este evangelio termina haciendo una comparación entre el vivir bajo la ley y el vivir bajo la gracia. La ley se nos dio por medio de un hombre, Moisés. La verdad, la luz, la gracia se nos da por medio del Verbo, de la Palabra, de Dios. Es don de gracia, don divino, sobrenatural, gratuito.

     A Dios nadie lo ha visto jamás. Sólo es atisbado a través de esa sabiduría que no es humana, que viene del propio Dios, que la perciben las personas que humildemente la buscan.
     Las tres lecturas de la misa de este domingo van en la misma línea. Dios se manifiesta de diversas maneras a nosotros los humanos. Estemos siempre atentos a cuanto nos diga.

     Compromiso:
     Saber escuchar a Dios.


miércoles, 23 de diciembre de 2015

Octava de Navidad. Ciclo C. 27/12/2015. Lucas 2, 42-52

 
 
    Hoy se celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Esta es la razón por la que, las lecturas de este domingo hacen todas ellas referencia, de una forma o de otra, a la vida familiar.
 
   La primera lectura (tomada del libro bíblico llamado Eclesiástico o Sirácida, 3,3-7.14-17) se refiere al entrañable respeto que los hijos deben tener hacia los padres. Relaciona el honrar al padre o a la madre con el perdón de los pecados que los hijos puedan tener. Expía los pecados, dice el texto de esta primera lectura. Debemos tomar dichas palabras como plenamente efectivas. Tratando con verdadero amor y cariño a nuestros padres - padre y madre - nuestros pecados desaparecen como la escarcha de la mañana desaparece con la llegada del sol, como afirma dicho libro, el Eclesiástico.
 
   La segunda lectura es de la carta a los Colosenses (3,12-21). Habla de las virtudes que deben adornar el uniforme de los cristianos. Y como resumen de todas ellas, afirma que la corona de todas ellas es el amor. El amor es el ceñidor de la unidad consumada. Representa, pues, la unidad de toda la familia. Por esta razón, si manda obedecer a los hijos, también dice a los padres que no los exasperen: debe reinar el verdadero amor entre todos los miembros de la  familia. Y, para ello, nada mejor que vivir todos en un ambiente de amor a Dios, dándole gracias de corazón y cantándole.
 
   El evangelio refiere la escena en que el niño Jesús, a los doce años, se queda en Jerusalén sin haber dicho nada a sus padres. Estos, desaprensivamente, se marchan sin él para Galilea. Al darse cuenta de la falta, dan la vuelta, encontrando a Jesús al tercer día sentado en medio de los doctores, escuchándolos y preguntando. A la consiguiente regañina, Jesús contesta: "¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?". A Jesús, todavía le quedaba mucho por crecer tanto en edad, como en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres.
 
   Lo central de este pasaje es que Jesús vive para ocuparse de las cosas de su Padre Dios. Un buen motivo de reflexión para todos nosotros. ¿Dejamos algún espacio en nuestra vida para ocuparnos de las cosas de Dios? Tiempo para ayudar a quien de verdad lo necesita, tiempo para hacer algún momento de oración, tiempo para hablar de Dios a las personas. Si tomamos en consideración todas estas cosas celebraremos de verdad el día de la Sagrada Familia.
 
   Compromiso:
   Quedarme con la idea que más me guste.
 
 
   

lunes, 14 de diciembre de 2015

IV Domingo de Adviento. Ciclo C. 20/12/2015. Lucas 1, 39-45

   Ya estamos en el último domingo antes de la Navidad. Alguien vienen a salvarnos con la fuerza del Señor Dios. Esta es la frase con la que podemos resumir las vivencias religiosas de este día. ¡Ojalá sean verdadero alimento espiritual y nos sumerjan en un auténtico espíritu de oración.

   El libro bíblico de Miqueas (5,1-4a) nos anuncia, desde la lejanía, que alguien nos pastoreará con la fuerza del Señor, es decir, con la fuerza de Dios. El será grande y será nuestra paz. Una paz que penetra los corazones, como toda paz que viene de Dios. Es necesario que comencemos a experimentar esa paz. Que vivamos cerca del hermano que realmente nos necesita y sepamos abrazar a Dios en nuestra oración. "Oh, eterno Dios, restáuranos, haz que resplandezca tu rostro y nosotros seremos salvos" (Salmo 80,20). Dios debe resplandecer en nuestro rostro.

   La segunda lectura se toma de Hebreos (10, 5-10). En ella, Cristo nos hace reconocer que Dios no nos perdona los pecados por muchos sacrificios, ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias que hagamos, aunque esté mandado por la ley. La razón es que para eso vino Cristo al mundo. Gracias a El, todos hemos sido santificados por el ofrecimiento de su cuerpo y de una vez para siempre. Ahora, sólo nos queda aplicarnos ese perdón por la fe e imitar de verdad a Cristo. Jesús ha venido a salvarnos con la fuerza de Dios, idea central para hoy.

   El evangelio es muy sencillo y, a la vez, muy idílico, muy tierno. Se trata del encuentro entre dos primas: María e Isabel. María está embarazada y corre, presurosa, a comunicárselo a su pariente.

   María es una mujer joven, una chica llena de amor a Dios, que se emociona y vibra ante lo divino. No cabe duda que sus experiencias del contacto con Dios son verdaderas experiencias místicas. Esa es una realidad en muchas personas creyentes normales. No se trata de una sugestión, sino de una vivencia real de contacto con las realidades divinas. Y María va a comunicar todas esas experiencias o vivencias a su prima Isabel. Esta siente dentro de sí, con gran fuerza, la explosión del Espíritu Santo y exclama dirigiéndose a María: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre". Con las palabras del ángel en la anunciación y estas de la prima Isabel, se ha formado la primera parte del avemaría. Es una oración netamente evangélica. Tengámosla con frecuencia a flor de labios, recitándola con cariño.

   Compromiso:
   ¿Se te ocurre alguno?

miércoles, 9 de diciembre de 2015

III Domingo de Adviento. Ciclo C. 13/12/2015. Lucas 3,10-18

   Cada vez está más cerca la celebración del nacimiento de Jesús. Se enciende la tercera vela en la corona colocada junto al altar. Representa el tercer domingo del Tiempo de Adviento.

   Hoy es el domingo de la alegría, una alegría que sale del fondo del alma, de lo más íntimo de nuestro espíritu, porque hemos sido bautizados en el Espíritu Santo y lo hemos cultivado en nuestro interior.

   Sofonías (3,14-18a), como primera lectura, nos invita a alegrarnos y gozarnos de todo corazón. El que vive junto a Dios, se alegra y se goza de verdad. Pero, es una alegría sencilla que sale del interior y se deja traslucir. A veces, los que nos conocen lo manifiestan, muy acertadamente cuando nos dicen: "No sé qué tenéis los creyentes, que manifestáis una alegría sencilla y especial. Algo sale de vuestro interior".

   En esta misma línea continúa la segunda lectura (Filipenses 4,4-7). Comienza animándonos a estar siempre alegres en el Señor. El está cerca, muy cerca si tenemos vida de oración. Preguntémonos ¿durante el día, cuántas veces le decimos a Dios que lo amamos? Decirle a Dios que lo amamos, es una oración muy sencilla y muy fecunda. Se hace con el pensamiento, en cualquier lugar y en cualquier momento. Y, como dice esta misma lectura, la paz de Dios custodiará nuestros corazones.

   Y llegamos al evangelio. Se nos relata la predicación de Juan el Bautista. La gente, los publicanos, los militares, todos se acercan para hacerle preguntas. La respuesta es equivalente para todos: ayudar de verdad al que no tiene y no aprovecharse de los demás, injustamente. Ante Juan el Bautista la gente llega a preguntarse si no será él el Mesías, pero su reacción es inmediata: él, Juan, bautiza sólo con agua. El Mesías, Jesús, bautizará con Espíritu Santo y fuego. El agua, en el bautismo de Jesús, es símbolo del Espíritu Santo que nos inunda, nos lava de verdad y nos purifica. Es el Espíritu Santo, a quien sentimos en nuestro interior cuando vivimos cerca de Dios por la oración. Por la fe, por el amor a Dios, el Espíritu se hace presente en nosotros, incluso antes de expresarlo públicamente por el bautismo. Pero, como creyentes, no debemos ocultar nuestra fe. Debemos confesarla públicamente. Y, para ello, hay que sentirla, vivirla.

   Sin embargo, hoy día, es muchísima la juventud que se marcha para siempre, de la Iglesia. Tienen su corazón vacío. No hay vida interior. Es un problema gravísimo que las iglesias deberían afrontar, con oración sí, pero también con imaginación. Tanto los creyentes que tienen algún ministerio como los que no, estamos obligados a ello.

   Compromiso:
   ¿Manifiesto mi vida de creyente o me avergüenzo de ello?

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.