lunes, 15 de junio de 2015

XII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 21/06/2015. Marcos 4,35-40

   Este domingo nos presenta la segunda lectura haciendo de verdadero puente entre la primera y la tercera. En efecto, en la primera lectura (Job38,1.8-11) el Señor Dios habla desde la tormenta, como lo hará después en la tercera. Dios está presente continuamente en el universo. Se presenta como tal, cuando al final de la lectura dice al mar: "Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas". Se lo dice a Job, el hombre que tuvo los mayores sufrimientos en esta vida, y que supo conservar la fe en Dios; conservar la fe en medio de los sufrimientos y de una teología totalmente caduca como la de hoy, pero que lo acosaba por todas partes. Conservar la fe en Dios, sobrevenga lo que sobrevenga, es un tesoro que jamás debemos perder.

   La segunda lectura, centrada totalmente en Cristo, (2 Corintios 5,14-17), comienza afirmando que nos apremia su amor. Ya no tenemos que vivir para cada uno de nosotros, sino para Cristo. Para desarrollar en nosotros la vida que nos da el mismo Cristo y llevarla a los demás. Porque el que vive con Cristo y llevarla a los demás. Porque el que vive con Cristo es una criatura nueva. No es el mismo que era. No es la misma mujer o el mismo hombre. En su interior hay de verdad una nueva vida. No creemos, como dice el obispo de Roma, Francisco, por cartas-revelación de María, sino por la fe que nos viene de Cristo. Y eso nos basta. Debemos ver a Cristo no con criterios humanos, sino como portador de una nueva vida. Ahora sí que lo viejo ha pasado y lo nuevo ha comenzado. El cristiano que vive su fe habla de estas cosas por la riqueza de su corazón.


El evangelio, en su texto original, no menciona el nombre de Jesús ni de sus discípulos, por lo que es muy probable que se refiera a la predicación de los primeros cristianos en tiempos del evangelista. Los cristianos encuentran dificultades para la predicación debidas a su incomprensión de Cristo. Lo juzgan con criterios humanos como nos dice la segunda lectura. Se presenta a los cristianos como una nueva tormenta. El atardecer, en Marcos tiene siempre connotaciones negativas. Y el pasar a la otra orilla se refiere a la misión entre los paganos. Es decir, el mundo entero en que ha de realizarse la predicación. En este evangelio aparecen dos grupos acompañando a Jesús. El de los discípulos, y por lo tanto judíos, y el de otros acompañantes. Todos están en barcas y estas, según la literatura antigua, son comunidades. Tenemos pues, una comunidad claramente judía y otras de las que se dice que estaban con él, que lo acompañaban. Y el trasfondo de este relato es el de Jonás en la nave (Jonás 1). Hay señales en el texto de que se trata de un relato ejemplar. En el original del texto no figura el nombre de Jesús y por primera vez se le llama Maestro. Además, no se presentan como discípulos a los que hablan con Jesús. Quizá no aceptan el mensaje universalista de Jesús y tratan de quedarse con una ideología judía, sin esperar la salvación que viene del mismo Jesús. Cuando se le deja obrar a Jesús la tormenta se calma. Hoy tenemos miedo y el peso de la institución eclesial pesa muy por encima del valor supremo del hombre creyente en Jesús. Amando a Jesús, debemos saber tener un sentido profético y obrar con gran libertad, no sintiéndonos presa del poder institucional. Busquemos siempre el reino de Dios y la tormenta se desvanecerá, a la vez que aumenta el fruto conseguido.

   Compromiso:
   ¡Qué tu fe no sienta el peso de la institución, sino la alegría de servir a Cristo!

 
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