miércoles, 13 de agosto de 2014

XX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 17-8-2014. Mateo 15, 21-28

     En las lecturas de este domingo hay un tema fundamental, que es la aparición de dos situaciones distintas. La primera lectura se sitúa en su mayoría cien años después del destierro a Babilonia, que sucedió 538 años antes de Cristo. El pueblo judío se pregunta si están aún en vigor las leyes antiguas o han quedado ya derogadas por el paso del tiempo. La misma pregunta podemos hacernos hoy día. Ante el avance de los estudios bíblicos, los signos de los tiempos que vivimos y el cambio de mentalidad, ¿podemos seguir anclados en formulaciones inadecuadas no queridas por Dios, ni por el evangelio ni por el mandamiento del amor?

     Según la lectura de Isaías, el Señor Dios, tanto a judíos como a extranjeros, y según las otras dos lecturas tanto a judíos como a los seguidores de Jesús, a todos llevará a su monte santo, a su casa de oración.

     Pablo, en su carta a los Romanos (11, 13-15. 29-32) afirma que los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Aunque el pueblo judío no aceptó a Jesús, sin embargo la llamada de Dios permanece. Y por la misericordia obtenida por los cristianos, alcanzarán también la permanencia en el monte santo, en la casa de oración. Todos, judíos y cristianos, hemos desobedecido mucho a Dios, pero él es eternamente misericordioso.

     El evangelio, junto con el relato del centurión de Cafarnaún, es uno de los pocos pasajes que se refieren a un problema de suma urgencia entre los primeros cristianos: el lugar de los paganos o gentiles, es decir de los no judíos, en la primera Iglesia. Debe aceptarse que la fe también se expresa entre los gentiles. No debemos tomar el evangelio de hoy como un hecho totalmente verídico en todos sus detalles, sino como afirmación de que todos podemos ser discípulos de Jesús. Como dice el papa Francisco, nosotros somos discípulos de Jesús (seamos o no pertenecientes a la Iglesia Católica). Se puede hacer tal afirmación desde un punto de vista ecuménico. En todos los grupos cristianos se da una vivencia real de la fe y de la gracia. Eso es lo fundamental. No debemos, pues, excluir a nadie. Entre los primeros cristianos, algunos rechazaban a los no judíos, a los paganos. Como se deduce del evangelio de hoy. Se pone en boca de Jesús la expresión: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel", y la dirige a la mujer cananea, no judía. Jesús termina alabando su gran fe: era verdaderamente discípula de Jesús, aunque no fuese judía.

     No debemos, pues, encerrarnos en nuestra propia Iglesia para juzgar a los demás. Todos somos discípulos de Jesús.

Compromiso: saca la principal idea de este comentario evangélico y tenla presente en la vida.



 
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