jueves, 14 de julio de 2011

Domingo XVI del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 17/07/2011. Mateo, 13,24-43.

   Como se decía el domingo pasado, el capítulo 13 del evangelio de Mateo contiene muchas parábolas. No es que Jesús las haya dicho todas el mismo día, sino que el redactor de dicho evangelio las reunió en un capítulo. No cabe duda que Jesús tiene una gran habilidad literaria para la creación de preciosas parábolas que proceden de una fina observación de la vida y la naturaleza. Algunas manifiestan, además, la intervención y remodelación de los primeros cristianos que las adaptan a problemas que surgen en la propia comunidad. Así, los exégetas coinciden en que la parábola de la cizaña manifiesta que fue adaptada o explicada para uso de misioneros y catequistas cristianos. Lo mismo podríamos decir de la parábola del sembrador, Por lo tanto, una cosa será la enseñanza directa de Jesús y otra lo que la primitiva comunidad cristiana supo captar y aplicar a sus problemas y necesidades. Para la interpretación del evangelio conviene tenerlo en cuenta y saber separar lo que proviene de Jesús de lo que interpretó la primitiva comunidad.

   En las lecturas de la misa de hoy, aparece una enseñanza a primera vista contradictoria. El evangelio termina con la explicación de la parábola de la cizaña. Dice el evangelio por boca de la primitiva comunidad cristiana: "El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados (ciñada) y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes".

   Sin embargo, en la primera lectura del Antiguo Testamento, del libro de la Sabiduría (12,13-19) se dice hablando de Dios: "Tu soberanía universal te hace perdonar a todos".

   Como se ve, en el texto evangélico, algunos -la cizaña- se condenan y van al fuego.

   Parecen dos textos contradictorios dentro de la misa de este domingo. Siguiendo al teólogo Karl Barth, hay un doble aspecto en el hablar y en el actuar de Dios. Es innegable el hecho de que el "no" de Dios está incluido dentro de un "sí" creativo, reconciliador y redentor pronunciado por Dios al hombre. Al ir contra la ley de Dios estamos pronunciando la sentencia de una condenación pero, en ese mismo momento, se despliega la gracia reconciliadora de la muerte de Cristo en la cruz. El sí de Dios está por encima de su no. Sea cual sea la infinita misericordia de Dios, ¡Qué es infinita!, no debemos correr el riesgo de desear con nuestra conducta una condenación.

   ¡Es necesario cumplir el mandamiento evangélico del amor con todas las consecuencias!

   Propósito:
   Que el fijarte en la infinita misericordia de Dios no te haga ser pasota.

 
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