miércoles, 8 de agosto de 2018

XIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 12/08/2018. Juan 6,41-51

 
   Si las lecturas de los domingos nos llevan a Dios de una u otra forma, las de este nos envuelven fuertemente en él, bien defendiéndolo, bien asiéndonos fuertemente a Cristo.
 
   De texto a memorizar se propone el versículo 4, 30 de Efesios, que nos dice: "No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios". Tengámoslo siempre presente.
 
   En 1 Reyes 19, 4-8 o primera lectura, se nos presenta el gran defensor de Dios, Elías. Este profeta fue un gran luchador contra los adoradores del Dios Baal en el siglo IX antes de Cristo. Elías fue muy perseguido por la mujer extranjera de Ajab, Jezabel. En estas circunstancias, Elías llega a pedirle a Dios que lo lleve de este mundo. Pero, al fin, luchando o como sea, pero siempre sintiendo la ayuda de divina muy cerca de él, llega al monte Horeb, el monte de Dios, donde se experimenta fuertemente su cercanía. Allí se siente uno envuelto en él. Sintámoslo fuertemente en nuestra vida.
 
   La segunda lectura (Efesios 4, 30-52) comienza recordándonos que estamos sellados por el Espíritu Santo, y que por lo tanto no debemos entristecerlo. Se resalta el saber perdonarnos unos a otros, siendo imitadores de Dios. ¡Cómo no vamos a estar envueltos en Dios si estamos sellados por su Espíritu!
 
   En el evangelio, Jesús continúa presentándose como pan bajado del cielo. O mejor, como pan que baja del cielo. Los judíos, apoyados en su teología, se sienten impedidos para ser dóciles a Dios y, por lo tanto, no aceptan a Jesús. A nosotros, los cristianos, también a veces, puede hacernos daño nuestra propia teología para una correcta interpretación del evangelio. Los fariseos admitían la resurrección como premio a la observación de la Ley. Pero, Jesús afirma que la resurrección no depende de dicha observancia sino de nuestra adhesión a él. Por eso dice Jesús: "Y yo lo resucitaré en el último día". Dios no enseña a observar la Ley, sino a adherirse a él,  a Jesús. Si vemos en Dios un aliado del hombre, nos sentiremos atraídos por Jesús.
 
   Jesús afirma una vez más qué él es el pan vivo bajado del cielo; y que el que coma de este pan vivirá para siempre. A continuación, Jesús nos dice  que el pan que nos va a dar es su carne para que el hombre viva. En una palabra, Dios quiere entrar en el campo de la experiencia humana. De verdad, no existen dones divinos que no tengan expresión en nosotros, en la carne. Si nosotros por nuestras propias fuerzas no podemos llegar a Dios, es Dios quien llega a nosotros. Lo contrario sería pelagianismo puro, herejía total. Dios entra por su propia voluntad en nosotros mismos. Es en el hombre y en el tiempo donde se encuentra a Dios. No está Dios en el más allá, se ha hecho presente en Jesús. Es el gran misterio y la gran realidad. ¡Qué bueno es  Dios que tanto nos da!
 
   En verdad que hemos llegado al meollo de la comunicación de Dios a nosotros. El que come de este pan vivo que ya ha bajado del cielo, ese, vivirá para siempre. Termina el evangelio de este domingo afirmando Jesús que el pan que va a dar es su propia carne, como ya se ha dicho y conviene repetirlo.
 
   Compromiso:
   ¡Busca por quién estamos sellados y reflexiona sobre ello! 

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.