miércoles, 15 de agosto de 2012

XX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 19/08/2012. Juan, 6, 51-58

   En el evangelio de hoy se continua con el tema de la necesidad de alimentarse espiritualmente de Jesús, como pan vivo bajado del cielo. Continuamente se habla de vida para el que come de ese pan. Se dice que vivirá para siempre, que es la vida del mundo, que tendrá vida eterna, que vivirá con la vida de Jesús. Con Jesús todo es vida en medio de las calamidades de este mundo. Vida que seguirá en el otro.

   Mientras parecía que Jesús hablaba metafóricamente, los jefes religiosos judíos no tenían mayor problema en entenderlo. Pero, Jesús ha dicho muy claro que ese pan es su misma realidad humana, no una doctrina. Por eso, los judíos peleaban unos con otros y se preguntaban ¿cómo puede Jesús darnos a comer su propia carne?

   Sin duda, como sucede a menudo, Juan, autor supuesto de este evangelio, tiene presente su propia comunidad cristiana. Esta celebra la eucaristía y Juan hace sus reflexiones sobre la misma. El primer párrafo de este comentario es un resumen perfecto del evangelio de hoy y de lo que es la eucaristía.

   Jesús es la plenitud del amor al entregarnos su carne y su sangre en la cruz, como cordero pascual, y continuar alimentándonos en la eucaristía.

   El hombre se realiza en plenitud cuanso se asimila a Jesús resucitado. Debemos comer su carne y beber su sangre si deseamos tener vida en nosotros. De esta forma nos asimilamos a Jesús gracias al Espíritu que de él recibimos. Ese Espíritu nos lleva a la misma entrega a la que llevó Jesús, que no se detuvo ni ante una muerte de cruz. La vida de Jesús, es vida de plenitud de amor y de un amor que se nos transmite.

   "El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él" dice Jesús. Se da una mutua y fuerte adhesión del uno hacia el otro. Esa adhesión a Jesús no queda en lo externo, sino que es una realidad que fluye internamente, en la interioridad. Es una adhesión viva, transformadora, que remueve las entrañas más íntimas. Es la inhabitación del Espíritu en nosotros.

   La misma vida que existe entre Jesús y el Padre es la que existe entre los discípulos y Jesús.

   Al final de esta escena evangélica, queda como difuminada la disputa de los judíos con Jesús y no hay reacción ninguna por parte de los que lo habían criticado tan fuertemente. Tanto discutir para nada. Al evangelista sólo le interesó subrayar la incomprensión de los judíos y no el final de la disputa. Los judíos no entienden lo que los cristianos afirman de la eucaristía. Nosotros comemos el cuerpo de Cristo en la Eucaristía y ellos no lo comprenden. Esa es la polémica.

   Compromiso:
   Se insiste en que comulgues con frecuencia. Crece en el amor a Jesús. Arrepiéntete ante Dios de los pecados que puedas tener y comulga con plena confianza.

 
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