lunes, 15 de agosto de 2011

Domingo XXI del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 21/08/2011. Mateo 16,13-20.

   El evangelio de hoy gira alrededor de dos ideas principales: la mesianidad y divinidad de Jesús y las llaves del reino de los cielos.

   Debemos empezar por la ambientación de este evangelio. Jesús continúa por la Galilea del Norte y se interna en los dominios de la tetrarquía de Filipo. La capital de ésta era Cesárea y había sido construída en honor de Augusto. Sobre una gran rocosidad de Cesárea, Herodes el Grande había levantado un espléndido templo de mármol blanco para honrar a Augusto, dominando sobre la ciudad y la campiña, desde lo alto de la roca. Si estaban en la proximidad de la ciudad, es muy probable que Jesús haya utilizado la vista de ese templo sobre la roca para referir la nueva roca sobre la que edificaría su Iglesia.

   Empieza este evangelio preguntando Jesús: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?". Los discípulos refieren las diversas opiniones que circulan entre la gente y, a continuación, Jesús les interroga sobre su propia opinión: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús le contesta afirmando que lo sabe porque el mismo Padre del cielo se lo ha hecho ver. Y continúa diciendo a Pedro: "Tu eres Piedra, y sobre esta roca voy a edificar mi Iglesia, y el poder de la muerte no la derrotará. Te daré las llaves del reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".

   La traducción que se propone aquí es seria y expuesta por buenos exégetas católicos. Pedro es piedra y la roca es la confesión de fe. Es la diferencia en griego entre "petros", piedra que puede moverse y lanzarse, y "petra", roca y símbolo de la firmeza inconmovible de la fe. Para comprender mejor que no se trata simplemente de poderes dados exclusivamente a Pedro es suficiente examinar Mateo, 18,18-19, donde el poder de atar y desatar se confiere, no sólo a los apóstoles sino a todos los discípulos y, por lo tanto, a todos los cristianos. Estos, tienen autoridad para cancelar pecados en la tierra, es decir, para desatar. Lo comentaremos en el evangelio del domingo primero de septiembre.

   Compromiso:
   Conserva siempre la firmeza de la fe. Para ello, es necesario practicarla. Dicha firmeza debe ser tan firme como una verdadera roca, que no se viene abajo.

 
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