miércoles, 10 de mayo de 2017

V Domingo después de Pascua. Ciclo A. 14/5/2017. Juan 14,1-12

   El fruto de toda la Pascua es la vida que nos viene de Jesús resucitado. Es el aroma de la liturgia de este tiempo sagrado. Como frase para memorizar recomendamos una muy conocida pero, a la vez, muy significativa. Haced un esfuerzo por retenerla para siempre. Se encuentra al comienzo del capítulo 14 del evangelio de Juan que se lee hoy y que dice así: "Yo -Jesús- soy el camino, la verdad y la vida".

   La primera lectura (Hechos 6,1-7) relata la institución de los diáconos para que se preocupen de la administración de atender la alimentación de las viudas que pasaban necesidad. Con el tiempo, estos diáconos terminan haciendo lo mismo que los demás apóstoles dedicados a la predicación. En el Nuevo Testamento, bajo la palabra "diácono" aparecen tanto hombres como mujeres, y así la diaconisa Febe, a la que se refiere Pablo en su carta a los romanos, 16,1. Tanto los obispos como los diáconos son responsables de la comunidad cristiana.

   La segunda lectura tiene como tema central la metáfora de la piedra, aplicada a los cristianos y a Jesús. Se trata de 1 Pedro 2,4-9. Nosotros somos piedras vivas para la construcción del templo del Espíritu Santo y formamos un sacerdocio real no imaginario para Dios. Sintámonos sacerdotes de verdad pues somos un sacerdocio real como dice esta lectura. Sí, realmente sacerdotes. No podemos disminuir el significado de la palabra. Somos algo grande. Y, Jesús es la piedra angular, gracias a la cual no se desmorona el edificio.

   El evangelio de hoy tiene una frase central y que he propuesto para memorizar. Es aquella en que Jesús responde: "yo soy el camino, la verdad y la vida". Feliz respuesta en que Jesús se presenta como la verdad para todas las culturas por diversas que sean, y para todos los tiempos. Francisco, el actual Papa, nos prohíbe decir: "siempre se ha hecho así". La enseñanza evangélica, sin cambiarla, hay que ir aplicándola a los diversos tiempos, a las diversas culturas, a las diversas formas de vida. Así aprenderemos a estar siempre en contacto con lo esencial. Así, por ejemplo, aprenderemos que lo básico del matrimonio es quererse para siempre y sobre ese amor mutuo fundar una familia. Por esta razón, los ministros del matrimonio no "es" el sacerdote sino los mismos contrayentes. Ellos, de una forma u otra, se dan el "sí" para siempre y fundan una familia, que siga el camino de Dios, practique y propague el evangelio. Y esto la gente no lo sabe porque no se les enseña, pero es doctrina evangélica. Jamás el ministro del matrimonio fue el sacerdote que ¿"casa"?. Los ministros auténticos y antes Dios son los contrayentes. ¿Cuándo la jerarquía eclesiástica olvidará el "siempre se ha hecho así" y tomará nuevos rumbos presentando a Jesús como "el camino, la verdad y la vida"?

   Compromiso:
   Asimilar lo leído.

 
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