jueves, 18 de diciembre de 2014

IV Domingo de Adviento. Ciclo B. 21/12/214. Lucas 1, 26-38

   Estamos en el último domingo antes de la celebración del nacimiento de Jesús. Las tres lecturas de la eucaristía de hoy giran, de una o de otra forma, alrededor del Señor que viene. En la primera, (2º Samuel, 7, 1-5. 8b-12) el rey David de cuya estirpe nace Jesús, va a construir una casa para que Dios habite en ella. Es decir, David va a edificar un templo, donde se pueda hacer más fácilmente oración y sentirse cerca de Dios. Como respuesta, el Señor recuerda a David, por medio del profeta Natán, los favores que le hizo a través de la vida y le promete que, cuando sus días se hayan cumplido y se acueste con sus padres, de su descendencia saldrá alguien del que Dios será su padre y el nacido será su hijo. En este sentido, se puede afirmar que la casa de David durará por siempre.

   La segunda lectura (Romanos 16, 25-27) nos presenta a Pablo predicando la buena noticia, es decir, predicando a Cristo Jesús cuya misión es traer a todos la obediencia de la fe. Es misión de Jesús, pero Pablo lo predica: es misión de Jesús, pero nosotros debemos predicarlo. Sin embargo, Jesús y el Padre Dios son los que obran definitivamente en nuestros corazones para que obedezcamos a la fe.

   Como ya se dijo en la primera lectura y vuelve a recordarnos el evangelio, José -padre de Jesús- pertenecía a la estirpe de David. El relato de la Natividad de Lucas es un conmovedor texto lleno de una gran belleza y reflejado por escritores y artistas. Mucha gente conoce la pintura de Fra Angelico (1400-1455) ilustrando precisamente el pasaje del evangelio de hoy.  La poesía y la interpretación religiosa constituyen idílicas escenas impregnadas del ambiente hebreo. Lucas no cita la Biblia del Antiguo Testamento como hace el evangelio de Mateo, pero su espíritu está subyacente.

   Se puede afirmar que el evangelio de Lucas es el evangelio de María. Así se han descrito sus primeros capítulos, como se dirá en el capítulo 2 del mismo evangelio, María iba guardando en su corazón todas las vivencias y experiencias que el niño Jesús le iba proporcionando, tanto como pre-mamá como ya verdadera mamá que ha dado a luz un hijo. María como persona creyente en Dios y con una espiritualidad fuerte tenía, sin duda, profundas experiencias de Dios, pero, con el anuncio del angel, esas experiencias adquirieron una nueva dimensión. No hay palabras que la describan, sólo es atisbable para aquellos que disfrutan de la cercanía de Dios.

   Compromiso:
   Vivir el espíritu propio de estas fiestas navideñas.

 
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