viernes, 25 de julio de 2008

Domingo XVII del Tiempo Ordinario (27-07-2008). Mateo, 13, 44-52.

Como estáis observando, en el capítulo 13 del evangelio de San Mateo se encuentra una bonita colección de parábolas. No es que Jesús las haya predicado todas de una vez. No. En principio hubo una tradición oral sobre todo lo que hizo Jesús. Después se empezaron a escribir trozos de la misma y, seguramente entre trozos, apareció una colección de parábolas que Mateo recogió en este capítulo.

Como sabes por estos últimos domingos, en el capítulo 13 de Mateo encontrarás las parábolas del sembrador, la del trigo y la cizaña, la del grano de mostaza, la de la levadura, la del tesoro escondido, la perla fina y la de la red. Es una preciosa colección.

Las dos primeras parábolas del evangelio de hoy, es decir la del tesoro escondido y la de la perla fina, en que un hombre vende todo lo que tiene para poder adquirirlos, nos enseñan que el compromiso total que nos exige Jesús no se hace por un esfuerzo de voluntad, sino por la gran alegría que nos produce su mensaje como incomparable valor. Es necesario comprender la buena noticia que Jesús nos trae; Él nos dice y nos hace comprender que Dios nos ama de verdad. Sabíamos que Dios existía, pero no sabíamos que nos amase tanto y tan de verdad. Sólo esto basta para llenarnos de inmensa alegría si lo pensamos y meditamos de verdad. Y basta para comprometernos con Jesús a lo que sea. Jesús es el tesoro escondido y la perla preciosa.

Por su fácil entendimiento, no explico la parábola de la red, pero os recuerdo la importancia de escuchar el evangelio en la misa, o por lo menos leerlo detenidamente en privado, para comprender lo que cada domingo escribo.

El evangelio de hoy termina diciendo Jesús a solas a los discípulos:

-Todo letrado instruido en el reino de Dios se parece al dueño de la casa que saca de su baúl cosas nuevas y viejas.
Con estas palabras, Mateo establece una oposición entre los letrados cristianos y los judíos. Estos tenían detrás de sí una imponente tradición interpretativa que pretendía no salirse de lo antiguo. Pero el mensaje de Jesús es nuevo. El Concilio Vaticano II nos habló del deber de escudriñar los signos de los tiempos. Es verdad que no todo será aceptable, pero es necesario escudriñarlos para poder renovar la Iglesia. Y esto es deber de todos: de la jerarquía y de la no jerarquía. Los fieles rasos también somos la Iglesia y tenemos nuestra responsabilidad. A veces las corrientes se forman de abajo hacia arriba y llegan a ser aceptadas por la jerarquía. Pero sin esas corrientes sólo quedaría lo viejo en el arca, no habría nada nuevo.
La jerarquía pocas veces nos trae innovaciones que, como tales innovaciones, también podrían ser integradas en el evangelio de Jesús sin salirse de su espíritu. Casi siempre, por no decir siempre, la jerarquía se muestra inamovible arguyendo que no puede saltarse la tradición de siempre. Pero a menudo esa tradición no es "de siempre", sino que son tradiciones "eclesiásticas", no del evangelio: han ido naciendo con el tiempo, y por ese mismo motivo se pueden cambiar. Si nos encerramos en ellas, no tendremos nada nuevo en el baúl; sólo habrá cosas viejas y no será posible valorar los signos de los tiempos. Por esta razón, cuando ante su conciencia el cristiano ve con claridad que la actitud de la jerarquía eclesiástica es netamente conservadora y que se puede continuar siendo fiel a Dios y a Jesús pensando de manera diferente, el cristiano puede seguir el dictamen de su conciencia. Esto lo admite la misma jerarquía, aunque no tenga el valor de predicarlo.
Reflexión: Dispongamos nuestro pensamiento de manera que no nos sintamos pecadores cuando sigamos rutas distintas a las que nos marca la jerarquía, pero rutas que de verdad creamos que son correctas. Echémonos entonces en las manos de Dios y confiemos en Jesús. Esto es tener fe en que Él nos acoge siempre. Y así estamos en el camino correcto.

sábado, 19 de julio de 2008

Domingo XVI del Tiempo Ordinario (Mateo 13, 24-43). 20-07-2008.

El evangelio de hoy propone a nuestra consideración tres parábolas: la de la cizaña, el grano de mostaza, y la de la levadura.
El domingo anterior, la parábola del sembrador trataba de las actitudes del hombre ante el mensaje del reino. Aquel podía representar la buena tierra donde la semilla cae y produce el ciento por uno. Pero también, la tierra llena de zarzas, el camino donde es pisada por todos, o el pedregal, eran donde no produce o lo hace por muy poco tiempo.
Este domingo, en cambio, las parábolas que se leen ya no tratan de las actitudes del hombre ante la predicación de Jesús. Nos hablan directamente del reinado de Dios. Sobre la parábola de la cizaña, recordemos que ésta dispone de fuertes raíces que se entrelazan con las del trigo, por lo que al arrancar la cizaña fácilmente se arranca también el trigo. Es imposible eliminar lo malo sin dañar lo bueno. En el reino de Dios, que se supone aquí en la tierra, hay que tolerar la presencia de lo malo junto a lo bueno, como Dios lo tolera en su creación. Él respeta la libertad de los hombres. Nos dice la parábola que "cuando brotaron los tallos y se formó la espiga apareció también la cizaña". Cuando el trigo dio su fruto, es cuando se vio la cizaña.
La segunda parábola de hoy es la del grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas. Cuando se deseaba afirmar la pequeñez de algo se recurría al grano de mostaza. Sin embargo, este grano llega a convertirse en un arbolito que sobresale por encima de las hortalizas. A este modesto árbol acuden los pájaros, que representan a los pueblos paganos según el profeta Ezequiel (capítulo 17, versículo 23).
Como se ve, el reinado de Dios no es dominador, no se constituirá en un gran imperio, no será un gran cedro, sino un modesto arbolito. Para el reino de Dios, fuera todo afán de dominación, y si alguna vez se ha dado en la historia, en ese momento no representaba o no constituía tal reino de Dios.
Por fin, la tercera parábola, la de la levadura. Todos sabemos que un poquito de la misma hace fermentar la masa por grande que sea (en el evangelio, unos 42 Kg de harina). El reinado de Dios, como la levadura, actúa desde dentro de la humanidad misma, desde lo más profundo de ella.
Cuando Jesús vuelve a su casa (no es la de Nazaret, pues Jesús se estableció en una casa en Cafarnaúm, a orillas del lago de Genesaret) los discípulos le piden que les aclare la parábola de la cizaña. Entre otras cosas, les dice que los ángeles escardarán de su reino todos los escándalos y a los que practiquen la iniquidad. ¿Quiénes son estos? Los escándalos, según Mat. 18, 6-9, son producidos por la ambición de poder que hacen fallar a otros en la fé. Los que cometen la iniquidad son los discípulos no comprometidos (Mat. 7, 21-23).
Debemos caer en la cuenta de que la buena semilla no es el mensaje que se predica, sino las personas o ciudadanos del reino. La buena semilla son los que hacen suyo el mensaje de Jesús.
Reflexiona: ¿haces tuyo el mensaje de Jesús?

miércoles, 9 de julio de 2008

Domingo XV del Tiempo Ordinario. 13-7-2008.Mateo,13,1-23

El evangelio de hoy trata de la conocida parábola del sembrador. Al final de ella, los discípulos se acercan a Jesús y le preguntan: "¿Por qué razón hablas (a la gente) en parábolas?". Él les contestó: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no" (...).
Efectivamente, al pueblo le resultaba muy difícil entender el mensaje de Jesús, porque estaba dominado por la ideología oficial del judaísmo. Para captarlo, había que romper con ella, lo que se hacía muy difícil, por no decir casi imposible. La doctrina propuesta por la institución los aprisiona hasta tal punto que neutraliza y anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús. Este debe decirles muchas parábolas para que, poco a poco, lleguen a cuestionarse los principios ideológicos que les impiden entender. También a los discípulos hay que hablarles alguna vez en parábolas, para que entiendan mejor, hasta adherirse plenamente a Jesús y a su doctrina.
Ante esta situación, los que reciben el mensaje de Jesús reaccionan de diferentes maneras. La siembra puede caer en diversos lugares y el fruto ser muy distinto. Depende de los intereses de cada persona, de sus reacciones y de su libertad ante la ideología dominante. Una forma de pensar se convierte en ideología cuando busca la permanencia en el poder de aquellos que la sustentan y la masa, el pueblo, no se da cuenta de ello. Es más, el pueblo la concibe como normal y única forma de vida a la que, prácticamente, le es imposible oponerse. El mensaje de Jesús, que ya no es ideología porque, de por sí, nos da mucha libertad, debe ir introduciéndose poco a poco.
1ª Reflexión:
Si no sabes captar que el mensaje de Jesús nos hace libres, todavía no has captado lo mejor de dicho mensaje. Todo consiste, en adherirse personalmente a Jesucristo y amar a nuestros hermanos haciéndoles el bien posible. Entonces, conoceremos la verdadera libertad.
2ª Reflexión:
¿Ves alguna ideología en nuestra iglesia? Por ejemplo, la exclusión de los creyentes separados de un nuevo matrimonio, como se permite a los cristianos orientales según una antiquísima tradición de la iglesia.
3ª Reflexión:
La exclusión de la mujer al sacerdocio, ¿No es una ideología?.
Sin embargo, a pesar de algunas ideologías que se nos han introducido, conservamos lo esencial del mensaje de Jesús, que es lo fundamental. Y, en la medida de nuestras posibilidades, debemos opinar siempre contra las ideologías.

miércoles, 2 de julio de 2008

Domingo XIV del Tiempo Ordinario. 07/07/2008. Mateo, 11, 25-30

El tema básico del evangelio de este domingo es la respuesta favorable que da a Jesús la gente sencilla. Ante la predicación y las obras del Señor, unos lo verán como expresión y manifestación divina y otros como una señal de satanás. Dios ha querido que la aceptación de su mensaje dependiese de la disposición interna del hombre, y no de una manifestación deslumbradora. Es la limpieza de corazón, la sencillez ante Dios, lo que permite discernir la mano de Dios en las obras que realiza Jesús.
Lo racional en el hombre es no sólo su inteligencia, son también sus sentimientos, sus aspiraciones de culminar su ser en una eternidad feliz, a pesar de la muerte. Estos sentimientos y aspiraciones son tan racionales como tantas cosas que propone nuestra inteligencia, siempre que se propongan con el más sano humanismo. Por esta razón, los sabios y entendidos del tiempo de Jesús, que sólo usaban su razón y se encerraban en ella, no podían captar el sentido de las palabras y obras de Jesús porque, tanto servirse de la razón, no sabían captar las cosas del espíritu. Es necesario servirse de la razón, pero a esta pertenecen también las cosas razonables del espíritu. Es por ello, que Jesús dice al Padre: "Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has manifestado a la gente sencilla".
El hecho de que Dios "ha escondido" esas cosas no se debe a que Dios quiera ocultarlo a los sabios, sino al obstáculo que ellos ponen; se atribuye a Dios lo que es culpa del hombre. Es una forma de expresarse propia de la Biblia.
Dice Jesús: " Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
El conocimiento de Dios no se adquiere a través del estudio de la Ley, aunque los sabios y entendidos del tiempo de Jesús pensaban que sí. A Dios hay que conocerlo como Padre y experimentar su amor en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. Es decir, todos los días de nuestra vida. Si dejamos que nuestro espíritu se eche en los brazos de Dios en todo momento, nuestro espíritu se llenará de la felicidad del Padre y sentiremos su amor porque entonces el Hijo nos lo manifiesta.
Los sabios y entendidos de aquel tiempo y a los que se refiere Jesús, cargan a la gente con duros y difíciles preceptos religiosos. Son interpretaciones que hacen la vida muy dura para los fieles, impidiéndoles experimentar el amor que Dios nos tiene. Es el resultado de una jerarquía, sea de aquellos tiempos o de los nuestros, que con la disculpa de interpretar y perfeccionar los mandamientos a su modo, trata de imponer un duro yugo a los que quisieran ser fieles a Dios. Hoy día, es manifiesto que siendo todos la Iglesia de Dios (realidad que todos admitimos), sin embargo, la jerarquía gobierna como única detectora del poder, sin contar con los laicos par a nada.
Pero a nosotros nos dice Jesús: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados (por los duros preceptos religiosos) y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera".
Propuesta: sin ser derrotista y sin tirarlo todo por la borda, reflexiona y piensa en aplicaciones prácticas sobre el evangelio de hoy. Hazlo con gran libertad.

 
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