miércoles, 27 de abril de 2016

IV Domingo del Tiempo Pascual. Ciclo C. 1/5/2016. Juan 14,23-29

   Hoy se sigue viviendo el tiempo nuevo que nos trajo la Pascua, la resurrección de Cristo. La gloria de Dios y el Espíritu Santo son la alegría que debe inundar nuestros corazones, y ellos deben ser, en efecto, el gran motor que nos mueva a poner el evangelio en marcha.

   La primera lectura (Hechos 15, 1-2.22-29) nos presenta una violenta discusión de cristianos procedentes de Judea, contra Pablo y Bernabé. Los primeros, de mentalidad más cerrada, más conservadora, querían que los cristianos de Antioquía fueran obligados a circuncidarse como mandaba la ley de Moisés. Pero a ello se oponían Pablo y Bernabé. El Espíritu Santo y los miembros de la comunidad de Jerusalén deciden no imponer esa carga a los cristianos de Antioquía. Como dijo el Concilio Vaticano II "la Iglesia debe ser siempre reformada" según cambian las culturas y los tiempos. El evangelio da mucho de sí. La comprensión, la misericordia y saber abrir caminos, es evangelio puro. La fornicación de la que habla la lectura, se refiere a la idolatría.

   La segunda lectura, tomada del Apocalipsis (21, 10-14.22-23) maneja los números doce y tres. El doce es un número plenamente simbólico y así debe tomarse. Incluso cuando se habla de los doce apóstoles. Son todo un símbolo de que empieza un nuevo Israel. Lo importante de esta lectura es el final. La gloria con que Dios alumbra a su ciudad, es la que viene de Dios, su lámpara es el Cordero, Cristo. Y de Dios viene la comprensión, la misericordia. Las circunstancias de la vida son muy complejas.

   El evangelio de hoy sigue en la línea de las lecturas anteriores. Como ya dijimos, el Espíritu Santo y la luz que emana de la gloria de Dios, a través del Cordero nos lo enseñan todo. Es el Espíritu que está en la Iglesia. Es el Espíritu, que no se puede apartar a un lado, ni ser domesticado o ahogado por un exceso de autoridad de esa misma Iglesia. Iglesia somos todos y hay que contar con el pensar y discurrir de todos. Pero, eso supone que nos interesamos por las cosas de Dios y que procuramos estar al tanto tratando, además, de comprender otras líneas también cristianas, de pensamiento. Lo importante es a amar a Jesús, y por lo tanto, amar al prójimo. Los dos mandamientos son inseparables. Para ello es imprescindible el sentido de la comprensión, de la misericordia. Ello nos hará comprender mejor las inspiraciones del Espíritu Santo. El nos enseña, pero si tenemos el oído atento y sabemos prescindir incluso de cosas que aprendimos. Dejarnos llevar por el Espíritu de Dios, es buscar el bien de las personas porque amamos a Dios. Esto es estar atentos al Espíritu para que él nos pueda ir recordando todo y haciéndonoslo comprender. Ver así las cosas es saber que el Espíritu obra como quiere y donde quiere. Dios es libre. No olvidemos que en la raíz de este pensamiento está el Vaticano II cuando afirma que la Iglesia debe estar siempre dispuesta a reformarse.

   Compromiso:
   Aprende a sentir la voz de Dios en tu interior y esfuérzate en seguirla.

lunes, 18 de abril de 2016

V Domingo del Tiempo Pascual. Ciclo C. 24/04/2016. Juan 13, 31-35

   Las lecturas de hoy nos presentan el nuevo mundo, nacido de la muerte y resurrección de Cristo, junto con el mandamiento nuevo que nos deja Jesús. Es decir, se nos dejan don novedades: la del nuevo mundo donde debe reinar el mandamiento del amor.

   En la primera lectura (Hechos, 14, 21-27), Pablo y Bernabé predican la fe, enviados al mundo gentil por los cristianos de Antioquia de Pisidia, hoy inexistente. Se trata de su primer viaje misionero. Los problemas de los gentiles con los judíos no cristianos ocasionan sufrimientos a aquellos, por lo que Pablo los anima a perseverar en la fe diciéndoles que, a veces, es necesario sufrir para entrar en el reino de Dios. Pablo y Bernabé, siguiendo la costumbre de los judíos, nombraron ancianos o presbíteros para animar a la comunidad.

   La segunda lectura (Apocalipsis, 21, 1-5a) utiliza el género literario llamado apocalíptico. Hoy se nos habla de la contemplación del cielo nuevo y la tierra nueva. Dos frases resumen toda la lectura: la ciudad santa que desciende del cielo como una novia que se arregla para el esposo y la acción de Dios que enjugará las lágrimas.

   En la Biblia se recurre a la imagen de unas bodas para expresar la fiesta de la gloria. Oseas refiere las relaciones de Dios con su pueblo como las relaciones matrimoniales del esposo y la esposa. Y ya no habrá muerte, ni llanto, ni luto, ni dolor. Es la utopía cristiana. Para dar sentido pleno a la vida humana, para conseguir la más acabada humanización, tenemos que llegar a la utopía, es decir, instalarnos en Jesús resucitado como el culmen de la realización humana. Este programa propuesto por el Apocalípsis es posible y será una realidad. El Cristo resucitado acompaña a su Iglesia en el camino de la cruz, pero la conduce al final de luz y de gloria. La resurrección es la clave de toda interpretación.

   El evangelio comienza con el discurso de despedida de Jesús. Los discípulos deben conservar el recuerdo de dicha despedida. Y nosotros debemos recuperar la realidad humana de nuestra amistad con Jesús ya que El es incondicional. Debemos ser conscientes de esa amistad como somos conscientes de la amistad de un gran amigo. Es necesario experimentar esa amistad con Jesús para poder transmitirla al mundo con nuestra palabra. Hoy, Jesús insiste en el valor testimonial del amor mutuo, del amor fraterno de los discípulos entre sí y también para con los demás.

   Tres son las ideas que conjugan las lecturas de este domingo. La resurrección de Jesús como lo que realmente se vive en Pascua. Es lo que fundamentalmente predica Pablo. Es la base de todo lo demás.

  La segunda es la referente a la utopía cristiana. Es el camino de nuestra plena humanización. Es la forma de dar sentido pleno a la vida humana. Para ello, instalémonos en la plena utopía de Jesús resucitado, en relación con la idea anterior.

   Y la tercera, es Jesús ha muerto, pero ha resucitado y nos brinda su amistad. Aceptemos esa amistad, vivámosla y transmitámosla.

   Compromiso:
   Como otras veces, lo mejor es leer el comentario y deducirlo.

martes, 12 de abril de 2016

IV Domingo de Pascua. Ciclo C. 17/04/2016. Juan 10,27-30

   El tiempo Pascual es un tiempo maravilloso, es un mar de esplendores en el que brilla la resurrección de Cristo. Las tres lecturas de la misa rezuman la alegría de poder anunciar el mensaje de la resurrección. Mensaje, portador de inmensa alegría e inundación del Espíritu Santo.

      La primera lectura (Hechos 13,14.43-52) nos sitúa en la actual Antakya (Turquía). Fue un importante centro comercial de medio millón de habitantes, situado en el  camino entre Oriente y Occidente. Pablo y Bernabé hablan con las gentes de allí. No son bien recibidos por los judíos, pero sí tienen éxito con los gentiles, que se alegraron mucho y alabaron la palabra del Señor. No obstante, las señoras distinguidas y las principales de la ciudad lograron la expulsión de Pablo y Bernabé. Pero, los que habían aceptado el mensaje quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo. Sentían la voz de Dios que les hablaba interiormente y les llenaba de una felicidad especial.

   Al igual que otros domingos de Pascua, continúan las lecturas bíblicas del Apocalípsis (7,9-14b-17). Hoy se nos presenta al Cordero -Cristo muerto y resucitado- recibiendo el honor y la gloria de todos aquellos que a través de la historia han dado su vida por serle fieles. Allí, junto a Jesús, están sin duda, los que en la actualidad, han sido muertos o degollados salvaje y sanguinariamente, sólo por ser cristianos. Ahora, el Cordero que sufrió también tormentos inimaginables, es su pastor que los conduce a fuentes de agua viva. Precioso lenguaje metafórico que expresa el tesoro inimaginable que nos espera por nuestra fidelidad.

   Si hay un evangelio supercorto es el de la misa de hoy. Dice Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna". Pero,  cabe preguntarse: ¿cuántos de nosotros saben oír la palabra de Dios cuando resuena en nuestro interior? Y, esto es fundamental siempre, pero sobre todo en nuestros días. Hoy son muchos los ataques que se dirigen a Dios y al cristianismo, y solamente perduraremos como creyentes si estamos acostumbrados a escuchar internamente la voz de Dios. Como dice la palabra del evangelio de hoy, antes citada, "mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco a ellas y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna". Dejemos sentir y hablar a nuestro corazón. Demos valor e importancia a todo lo positivo y de valor, que hay dentro de nosotros. Lo positivo es siempre de valor, aunque lo vivamos en nuestro interior. Las vivencias buenas nos enriquecen y nunca son falsas.

   Dos ideas clave de las lecturas de hoy:
   - El Espíritu Santo se nos manifiesta y habla en nuestro interior. Aprendamos a discernirlo y escucharlo.
   - Ser fieles siempre a Dios, incluso si la torpeza de alginos hombres nos conduce a la entrega de nuestra vida.

   Compromiso:
   Relee el evangelio y decídelo tú.

miércoles, 6 de abril de 2016

III Domingo del Tiempo Pascual. Ciclo C. 10/04/2016. Juan 21,3-19

   Sigue todo el eco de la resurrección de Jesús. Las experiencias espirituales, a la vez llenas de una fuerte realidad, conmueven, fortalecen y llenan de un gran vigor a los discípulos, sean o no apóstoles. Por esta razón, la primera lectura (Hechos 5, 27b-32. 40b-41) nos presenta a los apóstoles llenos de una gran personalidad y de una fuerte decisión de propagar el mensaje de Cristo. Las autoridades religiosas, que siempre pueden provocar problemas de conciencia, les conminan a no enseñar nada en nombre de Jesús. Seguramente aquellos sacerdotes trataron de amarrar, en nombre de Dios, la conciencia de aquellos hombres, pero estos devuelven el mismo argumento y contestan: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", y siguen predicando. Los que se convierten a Jesús, ven perdonados sus pecados y reciben el Espíritu Santo.

   La segunda lectura (Apocalipsis 5,11-14) manifiesta, con lenguaje propio de los Apocalipsis, la visión que tienen aquellos creyentes, de Jesús resucitado: "Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza". A lo que contestan: "Amén". Y amén, decimos nosotros. Y lo decimos con la misma fe, el mismo convencimiento y la misma alegría, decididos a transmitirlo a los demás.

   El evangelio nos transmite el pasaje de la pesca milagrosa. Este episodio tiene un carácter pedagógico y trata de enseñarnos como ha de hacerse la evangelización. Lo de menos, es si hubo o no el milagrito de la gran pesca. El tema central es hacernos ver la condición esencial para que nuestra evangelización pueda ser fructífera. Para ello, debemos identificarnos con Jesús, amarlo de verdad.

   Dice Pedro: "me voy a pescar". Pero ese pescar, es el mismo verbo que Jesús emplea en el evangelio de Juan para hablar de la misión de evangelizar. Se trata de la pesca metafórica de personas, misión que debe tener la comunidad creyente: llevar a la gente el mensaje de Cristo. Aquí, la decisión de ir de noche a pescar es decisión de Pedro y los otros le siguen. En Juan, la noche significa la ausencia de Jesús, luz del mundo (9,4s). Esta es la razón por la que no pescan nada. No han contado con Jesús y no pescaron. ¡Cuántas veces queremos trabajar para el Señor y no pescamos porque no contamos con él! Sin embargo, cuando se cuenta con Jesús, el resultado cambia. Evangelicemos siempre con un corazón inflamado de amor por el Señor. En efecto, la pesca fue de ciento cincuenta y tres peces grandes. Entre los judíos, los números tienen un fuerte significado. La cifra de ciento cincuenta y tres indicaría que las comunidades del Espíritu se multiplican abundantemente. Es necesario inflamar nuestro espíritu con el amor a Jesús.

   Compromiso:
   Aprender a evangelizar y practicarlo.

 
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