miércoles, 9 de junio de 2010

Domingo XI del Tiempo Ordinario. 13/06/2010. Luc. 7,36-50

   Dos ideas se entrelazan en el evangelio de este domingo, la de la prostituta que se acerca a Jesús para expresarle un inmenso amor con emocionadas lágrimas, y la del ejemplo que propone el mismo Jesús como razón para el perdón de los pecados.

   La mujer, al enterarse que Jesús está comiendo en casa de un friseo, va con un frasco de perfume, se coloca detrás de Jesús, junto a sus pies, y llorando se pone a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.

   Las actuales feministas cristianas, ven en el ensalzamiento que Jesús hace de esta mujer, frente a la desaprobación de los demás, una confirmación del lugar central de la mujer en la vida de la futura Iglesia. En el Nuevo Testamento hay ejemplos de mujeres dirigiendo comunidades cristianas como verdaderos presidentes de los actos de culto.

   Para la mujer, en aquella época, era un gran deshonor soltarse los cabellos delante de varones. Pero, esta mujer no repara en nada, está acostumbrada a ser despreciada. Además, las prostitutas colgaban algún frasco entre sus pechos para realzar su atractivo. Esta mujer abre el pequeño frasco que lleva colgado de su cuello y unge los pies de Jesús con un precioso perfume.

   Al darse cuenta Jesús del recelo de Simón por los gestos de la prostituta y porque la había recibido con serenidad, él le interpela con una pequeña parábola: un acreedor tenía dos deudores, uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más? La deuda del que más debe equivale al sueldo de casi dos años de trabajo en el campo. La del segundo, equivaldría al sueldo de siete semanas. La lección está clara.

   Con la llegada de Jesús, los pecadores nos sentimos aceptados por Dios, no por nuestros méritos, sino por la gran bondad del Padre del cielo. El Dios de la misecordia es la mejor noticia que podemos esperar todos.

   Jesús dice a la mujer: "Tus pecados están perdonados". Y añade: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Jesús utiliza la palabra hebrea ·shalom" que significa paz e indica la felicidad más completa. Jesús entiende el reino de Dios como un reino de vida y de paz. Dios es amigo de la vida.

   Nuestra vida está llena de ideas preconcebidas con las que nos atrevemos a juzgar a los demás. Nosotros, como creyentes, debemos mantener lo más básico y sustancial del evangelio y librarnos de multitud de aspectos meramente culturales. Esto supo hacerlo Jesús, que rompió con muchos tópicos de aquella época. Jesús usó de su libertad, sin prejuicios humanos, buscando siempre el bien de las personas.

   Práctica:
   Manteniendo nuestra fidelidad a Jesús, sepamos descubrir los prejuicios que llevamos dentro, que nos quitan libertad y nos privan de cumplir el evangelio en profundidad.

 
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