martes, 30 de octubre de 2012

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 04/11/2012. Marcos, 12, 28-34

   Si ciertamente en los relatos evangélicos de domingos anteriores veíamos la existencia de presentes históricos, que nos trasladaban más allá de los tiempos de Jesús y nos situaban ante los problemas de los primeros cristianos, en la perícopa evangélica de hoy están totalmente ausentes. Jesús, en ella, no trata de decirnos lo que tiene que ser el cristiano, sino lo que habría debido ser el judío. Por supuesto, que si ya debía haber sido obligación para el judío, también lo será para el cristiano.

   Jesús, en este mismo capítulo 12 del evangelio de Marcos, ha tenido como interlocutores a los fariseos y herodianos (12, 11-17) y a los saduceos (12, 18-27). Aún estaban presentes, cuando se le acerca un escriba y le pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" Jesús contestó: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay mandamiento mayor que esto".

   El escriba ya tenía formada su opinión y, al oir la respuesta de Jesús, la califica de muy acertada, con lo que llama a Jesús "Maestro", cosa que no había hecho al principio.

   Jesús contestó más de lo que el escriba le había preguntado. El mandamiento primero de todos no es un sólo, sino que va unido a otro del que no puede separarse. Y este mandamiento de doble aspecto es el mayor de todos. Los judíos tenían hasta 613 mandamientos u observancias obligatorias. Ahora, con la respuesta de Jesús, el mandamiento del amor es el único que debe regular la vida de los israelitas, ninguna otra práctica es esencial.

   Jesús recuerda que se debe amar a Dios con todo el alma y con toda la mente. El escriba, sin embargo, dice que "con todo el entendimiento", poniendo así el acento sobre el conocimiento y no sobre la vida. A menudo, los católicos conocemos o sabemos muchas cosas, pero no las practicamos, no las llevamos a la vida. Hacemos como el escriba.

   Lo esencial de la vida del creyente es el mandamiento del amor en su doble dimensión.

   El hombre, a semejanza de Dios, ha de darse a los otros con un amor sin medida, sabiendo que así está amando a Dios. No puede concebirse una figura sin una pluralidad de dimensiones. Al menos, el largo y el ancho. Así, tampoco se concibe un cristiano sin el doble amor.

   El problema está en concretar, en aplicar y precisar como unir los dos amores en la práctica, cuando en realidad no son dos amores sino uno. Es difícil al ser humano sentir en una sola vivencia los dos amores.

   Compromiso:
   Medita sobre las ideas del evangelio de este domingo.

   

  

 
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