martes, 29 de septiembre de 2009

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario. 04/10/2009. Marcos 10,2-16

El pasaje evangélico de hoy se refiere, en primer lugar, al matrimonio propuesto por Jesús. En el mundo judío nadie negaba el derecho del hombe, no de la mujer, a divorciarse. La mujer era propiedad del hombre y no podía tomar decisión de divorcio. La mujer repudiada por el marido se encontraba sin derechos, sin honor, sin ninguna tutela, sin medios. Los fariseos le preguntan a Jesús si es lícito a un hombre divorciarse de su mujer. Para el divorcio, el marido tenía que dar a su mujer un documento que atestigüase el divorcio. Así, la mujer quedaba libre para casarse de nuevo. Este era el mandamiento de Moisés (v.v.2-4).



Jesús les dice: "Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés el mandamiento ése". Hay, pues, un contraste entre el deseo de Dios y el mandamiento humano de Moisés que aparece en la Biblia. Por tanto, no todo lo que aparece en la Biblia tiene autoridad divina. A veces, la Ley escrita en la Biblia no refleja la voluntad de Dios, sino los condicionamientos de determinadas circunstancias históricas (v.5).



Como se hace en los versículos 6-9, la realidad humana debe interpretarse a partir de Dios creador y no de Moisés legislador. Dice Dios creador: "Por eso, el ser humano dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". Esto se refiere a la unión sexual. La diferencia sexual es la base para abandonar la familia y crear una nueva unidad. La unión sexual no se liga aquí con la procreación, pero excluye toda superioridad del hombre sobre la mujer y viceversa.



Para Jesús, la existencia de hombre y mujer, su atracción mútua y la unión sexual fueron queridas por Dios. Esta unión no se relaciona con ritos o instituciones. En la unión creada por el amor matrimonial no hay lugar para decisiones unilaterales que destruyan la pareja. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.



Jesús no distingue entre un matrimonio natural y el matrimonio cristiano. Jesús habla del proyecto de Dios para toda pareja humana.

Para Jesús, no hay superioridad del hombre sobre la mujer ni de ésta sobre aquél. Sin embargo, en los v.v.11-12 Jesús habla de repudiar y el libro de lecturas de la misa se refiere a divorciarse (por voluntad de los dos, no de uno sólo). Así piensa Gnilka II,74.

Acercaban a Jesús niños para que los tocase, pero los discípulos los regañaban (v.13). Para los exégetas de Marcos, los niños o chiquillos representan, figuradamente, a los cristianos procedentes del paganismo, no del judaísmo. Cumplen las condiciones del seguimiento, pero les falta que Jesús les infunda su espíritu, su fuerza, su dinamismo.

Pero los discípulos, los Doce, aún tratan de impedir el mensaje universalista de Jesús y regañan "a los niños". Aparece de nuevo la tensión entre los dos grupos de cristianos: los procendentes del judaísmo y los del paganismo. Aquellos ven amenazado su nacionalismo, no aceptan la universalidad de Jesús. Los niños, los cristianos procedentes del paganismo, son modelo de la aceptación del reinado universal de Dios (v.v. 14-15).

Jesús no toma la actitud del Señor que manda en los suyos, sino la de amigo y familiar. El original griego da una gran intensidad, efusión y ternura a la bendición que da Jesús. Les comunica la vida del Espíritu.

Reflexión histórico-teológica:
Los cristianos ortodoxos orientales, aunque mantienen el matrimonio para siempre, admiten o toleran el divorcio y una segunda unión que, sin considerarse nuevo matrimonio, lleva la bendición del sacerdote en la iglesia. Es, por tanto, oficial y se basa en una antigua tradición cristiana. Esta costumbre se mantuvo en el breve tiempo en que católicos y ortodoxos volvieron a estar unidos.

 
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