martes, 19 de enero de 2010

Domingo III del Tiempo Ordinario. 24-1-2010. Lucas, 1,1-4 y 4,14-21

El evangelio de hoy comienza afirmando que su autor, según escribe al Excelentísimo Teófilo, se decide a escribir los hechos ocurridos, entre ellos, sobre Jesús. Lo comprueba todo y lo escribe para que Teófilo conozca la solidez de las enseñanzas que recibió. Afirma, el autor de este evangelio que, ya antes que él, también otros emprendieron la tarea de componer un relato de los mismos hechos, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra.

La primitiva Iglesia identifica al educado y elegante historiador de este evangelio como el mismo Lucas, que escribió el libro de los Hechos de los Apóstoles. Afirma que fue compañero de viaje de Pablo, incluyendo las enseñanzas de este. Su evangelio está dirigido a los gentiles de habla griega. Fue escrito a los treinta y tantos años después de la muerte de Jesús. Pero, según la costumbre judía, los seguidores de Jesús podrían, incluso, haber tomado notas de sus palabras y hechos en el período anterior a la creación de los relatos de los evangelios. Todo igual a como podemos hacerlo hoy.

La fe tiene una base histórica. Como ya vemos en la cabecera de este comentario, el evangelio de la misa de hoy consta de dos partes, una del capítulo primero y la otra del cuarto. En ésta se habla de la actividad de Jesús enseñando en las sinagogas.

En Palestina se han descubierto las ruinas de más de cien sinagogas especialmente en Galilea y alrededor de esta ciudad. Galilea había sido mayoritariamente pagana, pero gracias a las sinagogas el judaísmo revivió en ella. El tipo de sinagoga que Jesús debió conocer, es rectangular con gradas de piedra alrededor de los muros y un espacio central donde se leían y exponían las Escrituras o Biblia de los judíos.

En las sinagogas de Galilea se origina la fama de Jesús por toda la comarca y es en la de Nazaret, donde se había criado, donde un sábado - día festivo para los judíos - se pone en pie para pedir leer. Le entregan el libro de la Biblia llamado del profeta Isaías y, desenrollándolo, lee aquel pasaje que comienza afirmando: "El Espíritu del Señor está sobre mí...." Enrollando el libro, lo devuelve al que le ayudaba y se sienta. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. El les dijo: "Hoy se cumple esto que acabáis de oir".

Volvemos a decir que nuestra fe en Jesús, al mismo tiempo que es obra del Espíritu que había en nosotros, tiene una base histórica. Jesús vivió en este mundo, nos enseñó el modo de vida que Dios quiere para nosotros y vive junto al Padre. Jesús sigue vivo para nosotros que hemos creído y nos vivifica por la donación del Espíritu.

Compromiso:
aficionarme a leer los evangelios o algún libro serio sobre Jesús.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.