lunes, 26 de enero de 2015

IV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 1/2/2015. Marcos 1, 21-28

   Analizando bien los textos de este domingo, en todos ellos late la idea de la escucha de Dios. En la primera lectura (Deuteronomio, 18, 15-20) se recuerda como Dios se había aparecido con toda la terrible fuerza de su misterio, manifestándose en un incendio. Los creyentes le piden al Señor que no vuelva a repetirse dicha escena porque morirán. El deseo es cumplido y el Señor les promete que hablará por medio de profetas a los que deberán escuchar. Sin embargo, es anatematizado el profeta que hable según sus propias interpretaciones, imponiéndolas en nombre del mismo Dios y olvidándose de que, precisamente, Dios es amor y comprensión. Por esta razón, cuando buscamos consejo en una persona que puede hablarnos en nombre de Dios, como es un sacerdote, debemos siempre sopesar lo que se nos diga y ser nosotros mismos los que delante de Dios, echándonos en sus brazos, tomemos la opción definitiva.

   En la segunda lectura (1 Corintios 7, 32-35), Pablo comienza afirmando que quiere ahorrarnos preocupaciones, y termina afirmando que pretende inducirnos a una cosa noble y al trato con el Señor, sin preocupaciones. En efecto, lo principal es el trato con el Señor. Pero, no se da un verdadero trato con el Señor, si se olvidan las personas. Hay que saber compaginar las dos cosas. De esa forma, nuestro espíritu no estará dividido. Si sabemos amar a nuestra esposa, por ejemplo, como incluida en el amor a Dios, viendo en ella a Dios que nos ama y amándola como Dios nos ama, no habrá división en nuestros corazones y tendremos, además, tiempo para dedicarnos a extender el reino de Dios. Si obramos así, estaremos realmente a la escucha de Dios. Nos iremos haciendo conscientes de ello.

   El evangelio hace mucho énfasis en que Jesús hablaba con verdadera autoridad. Los que lo escuchaban estaban muy convencidos de ello. Jesús no engaña, es el gran profeta de Dios, el que habla con esa verdadera autoridad. Autoridad que se extiende al mismo día dedicado solamente a Dios: el sábado. Era un día totalmente dedicado a Dios y al descanso. No se podía ni hacer curaciones. Sin embargo, Jesús expulsa a un espíritu inmundo con su autoridad. El la tiene en plenitud. ¡Qué bien si aprendiéramos a escucharlo en nuestro interior como aquellos hombres en la sinagoga!

   Compromiso:
   Saber escuchar a Dios.

jueves, 22 de enero de 2015

Domingo III del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 25-1-2015. Marcos 1, 14-20

     Se celebra hoy la conversión de S. Pablo y precisamente el tema de "la conversión" es el gran unificador de las tres lecturas de este domingo. La primera se nos presenta como base para una profunda reflexión (Jonás 3, 1-5.10). La ciudad de Nínive es prototipo de las naciones gentiles. No cree, por tanto, en el verdadero Dios. Sin embargo, a ella se envía al profeta Jonás. El mensaje que lleva es que cada uno se convierta de su mala conducta, y que el mismo pueblo, con sus autoridades al frente, rectifique sus conductas. Por desgracia esto no sucede hoy día, cuando el mundo está en manos de unos pocos, explotadores y ladrones. Actualmente vivimos en un mundo opresor que carece del sentido del arrepentimiento, de la conversión y de la rectificación.

     Respecto a la segunda lectura, tomada de una carta de Pablo (1 Corintios 7, 29-31), se nos informa que el matrimonio y todas las demás cosas que podamos hacer en nuestra vida normal (como es la compra diaria, el consumir, nuestros disfrutes y nuestras lamentaciones) debemos mirarlas desde la perspectiva del reino de Dios, con toda su trascendencia.

     El evangelio nos presenta el lugar escogido para que Jesús comience el ministerio público. No es el templo, ni la ciudad de Jerusalén, que eran los lugares sagrados donde Dios habitaba. Jesús comienza en el sitio más próximo a los paganos, es decir, en Galilea. Inicia su ministerio en medio de los problemas reales del mundo.

     El evangelio de hoy comienza llamando a la conversión y a la aceptación de la buena noticia de Jesús, pero sin olvidar que la predicación empieza en Galilea. La cuestión actual de Dios no se juega sólo en los lugares sagrados, sino en medio del mundo y en la vida cotidiana de cada persona. Esta es la gran lección de la lectura evangélica de hoy. El papa Francisco ha dicho que era necesario salir de las iglesias y no quedarse dentro de ellas. Como se acaba de decir, no hay que empezar en el templo, sino que hay que ir a "Galilea" como Jesús. Es fácil ir al templo a las celebraciones litúrgicas, pero trabajar fuera del templo para extender el reino de Cristo es lo difícil. Y no sólo como cristianos individuales. Es necesario organizarse y salir de la iglesia como grupo y realizar actividades apostólicas conjuntamente con los párrocos. Se comprueba que las iglesias se van quedando vacías o con gentes que peinan canas. Hay que ir a la Galilea de hoy. Es necesario cambiar de métodos. El creyente debe saber formar grupo y ser persona de imaginación.

Compromiso: en esta ocasión debes deducirlo tu. Debe ser fruto de tu propia reflexión y de tu amor al evangelio.


viernes, 16 de enero de 2015

II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 18-1-2015. Juan 1, 35-42

     La primera lectura (1 Sam 3, 3b-10.19) nos relata una vocación profética dentro del encuentro de un joven con Dios. Samuel es el primer profeta dentro del grupo yahavista de Israel. Hasta entonces no era frecuente la palabra del Señor. Es importante la respuesta que da Samuel: "habla, Señor, que tu siervo escucha". Para saber hablar de Dios a los demás, primero hay que escuchar. De ahí la importancia de hacer nuestra propia oración personal. Así iremos aprendiendo a escuchar a Dios, que habla a nuestros corazones. Hagamos oración personal más que oraciones "hechas" y ya nos hablará Él cuando quiera. No lo apuremos. Démosle una libertad confiada. Pero seamos constantes en nuestra oración personal.

     La segunda lectura de la misa de hoy (1 Corintios 6, 13c-15a.17-20) es de muy difícil interpretación. No se acierta fácilmente con el significado de la palabra "fornicación", que se traduce o explica de diversas maneras. Por esta razón vamos a fijarnos en alguna frase de significado profundamente válido, y que se puede explicar sin necesidad de referirse directamente a dicha palabra. En efecto, nuestros cuerpos son miembros de Cristo, no podemos negarlo, pues nuestra vida espiritual, de gracia, es su propia vida. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Por ello debemos glorificar siempre a Dios con todo nuestro ser.

     La ocasión del evangelio de este domingo se presenta cuando Juan el Bautista, estando con dos de sus discípulos, ve pasar a Jesús y les dice: "Ese es el Cordero de Dios". Van a su encuentro y le preguntan: "¿Dónde vives?". Al día siguiente, Andrés (uno de los dos discípulos) encuentra a su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al Mesías". Aquí radica la importancia del evangelio de este domingo. Jesús es el mesías. Los judíos profesaban ardientemente una fe en que Dios tenía un proyecto para el futuro, y este sería llevado a cabo por el mesías. Los primeros discípulos experimentaron a Cristo como el poder de Dios en medio de ellos. El poder del Espíritu que obra en la vida de Jesús es el poder que brota de su intensa relación con Dios, una relación maravillosamente íntima y profunda. Es lo que nos enseña la palabra "papi" (abbá) con la que Jesús se dirige a Dios. Por esta razón, la vida de Jesús no comienza con su propia vida, sino con la fuerza del Espíritu que desde siempre obra en Él.

     Hoy comienza el octavario por la unión de la iglesias. No podemos traicionar ese Espíritu, que es la fuerza de Jesús. Y ya no podemos tardar en ser unos con Cristo.

Compromiso: selecciona aquello que más te gusta de este comentario, y medítalo en una oración personal.


jueves, 8 de enero de 2015

Domingo del Bautismo del Señor. Ciclo B. 11-1-2015. Marcos 1, 7-11

     La primera lectura, tomada del libro bíblico Isaías (42, 1-4 y 6-7), se refiere al elegido por Dios, en el que se ve reflejado Jesús de Nazaret. El Espíritu del Señor está sobre él en cada una de las tres lecturas, y es portador de la paz para todos. Todo ello queda recapitulado en el bautismo de Jesús, cuya fiesta celebramos hoy.
     El elegido por Dios no va a romper del todo la caña cascada ni a apagar la vela del pábilo vacilante. La vela puede estar en malas condiciones, pero aún es capaz de dar algo de luz. Ojalá todos fuésemos algo de luz para los demás, aún siendo vacilante. Junto al Señor Dios, le ayudaríamos a que tuvieran luz aquellos que no ven ni conocen la profundidad del misterio de Dios. Según la lectura, esa luz conlleva la justicia en el mundo, la justicia llena de resplandor divino.
     La segunda lectura de este domingo (Hechos de los Apóstoles 10, 34-38) es de un gran valor universal. En efecto, Pedro se pone a predicar y afirma que Dios no hace distinciones, acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Para una buena conversión a Dios no hace falta aceptar todas las prescripciones religiosas judías. Basta aceptar al Dios único y practicar una verdadera justicia. Y esa verdadera justicia es la paz que trae Jesucristo, verdadero Señor de todos. Él fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Pedro y los primeros cristianos sabían que esto era así, y nos lo dicen. Y el cristiano de hoy que ha experimentado la gracia de la conversión, que sabe lo que es la cercanía del Señor, valora esta experiencia como única y como permanente. Es una experiencia que no depende de las ideas conservadoras o progresistas del que la tiene. Se trata de la experiencia tranquila, sencilla, no obsesionada. Es, sencillamente, un don, un regalo de Dios. Y un regalo se recibe sencillamente con un corazón agradecido.
     El evangelio manifiesta la recepción del Espíritu Santo en el Bautismo de Jesús. Tiene que ser una experiencia inenarrable para quien la recibe. Y llena del amor de Dios, que ese es el significado de la paloma. Realmente, es la expresión del amor de Dios, de su pacífica cercanía.
     Este es el gran valor de las lecturas de hoy.

Compromiso: ser luz para los demás en estos días.


jueves, 1 de enero de 2015

II Domingo después de Navidad. Ciclo B. 4-1-2015. Juan 1, 1-18

     En este domingo se sigue viviendo aún el espíritu navideño. Se vive la presencia del misterio de Dios. Del misterio de Dios desde la eternidad. De una forma u otra, Dios nos rodea por todas partes, y felices los que viven en Él. Como dice la primera lectura (Eclesiastés 24, 1-4. 12-16), la sabiduría de Dios se gloria en medio de su pueblo. Y cuando los que aman a Dios saben abrir la boca para hablar sencillamente de Dios, el mismo Altísimo se gloria delante de todos. Cuando los creyentes llevamos a Dios en el corazón y lo manifestamos a los demás de hecho y de palabra, la sabiduría de Dios establece su morada en medio de su pueblo.

     La segunda lectura tomada de la carta de los Efesios (1, 3-6. 15-18) consta de dos partes. La primera trata de los beneficios que Dios nos ha concedido en la persona de Cristo. En él nos ha dado toda clase de bendiciones espirituales. En él nos eligió para ser santos por el amor de unos para con los otros. Un amor que, lógicamente, se manifiesta en obras. Pablo, que recuerda estas ideas, reza por ellos a fin de que Dios les de espíritu de sabiduría para que conozcan cada vez más profundamente a Dios. Cuanto más lo conozcamos, más nos daremos cuenta de la riqueza de gloria que nos dará en herencia a los santos. Cuanto más cerca estemos de Dios, cuanto más lo amemos, con la oración y con el amor practicado como ayuda al prójimo cercano, más grande será nuestra esperanza en Dios.

     La lectura evangélica es el comienzo del evangelio de Juan. Empieza hablando del misterio de Cristo desde toda la eternidad. Se le llama el Verbo. Por eso comienza afirmando que en el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Con estas palabras se expresa maravillosamente que Dios, a la vez que una realizad, es un profundo misterio. Él se nos hace presente misteriosamente en este mundo, en lo más profundo de nuestro espíritu, de nuestro corazón. Cuando buscamos a Dios por medio de la oración, lo encontramos. Se trata de una oración humilde, confiada, perseverante, continuada. Pero al final veremos a Dios, nos sentiremos junto a Él.

     En su época, Juan fue testigo de la presencia de Jesús en este mundo. Hoy día sigue habiendo muchos testigos de Jesús, sobre todo mujeres, hombres y niños que dan su vida por no renegar de Cristo. Estos han vivido profundamente la experiencia de Dios viniendo al corazón de los hombres.

     Termina el evangelio afirmando que a Dios nunca lo ha visto nadie. Pero, Dios unigénito que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer. Es el misterio de la Trinidad, es el misterio de Dios, comunicándose a nuestros corazones.

Compromiso: aceptar el misterio de Dios como verdadera realidad.


 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.