viernes, 16 de mayo de 2008

Santísima Trinidad. 18/05/08. Juan, 3, 16-18

"Así Dios demostró su amor al mundo" (Juan, 3, 16). Él toma la iniciativa y para ello se introduce en la historia humana. Se hace hombre sin dejar de existir como Dios. Es la realidad del que llamamos Hijo de Dios. Los que de una u otra forma nos adherimos a este Dios hecho hombre tendremos la vida definitiva. Pero no olvidemos el evangelio del domingo anterior, pues según diversos parajes Jesús relaciona la vida definitiva, o simplemente la vida, con estar libre de pecado. Dice Juan que seremos libres del pecado si la comunidad nos declara libres, es decir, si se nos reconoce que no apoyamos las injusticias contra el hombre, o mejor si lo defendemos contra toda injusticia. El grupo cristiano, como tal grupo, debe ser un paladín contra las injusticias. De esta forma, es fuerte su adhesión a Jesús y sus miembros reciben la vida divina.


Hablando con un filósofo, proveniente de una filosofía atea, reconocía que no se puede negar la posibilidad de que Dios se haga hombre, viniendo a este mundo. Pues: "así demostró Dios su amor al mundo" a este mundo limitado. Jesús nos enseñó que Dios nos ama con todas sus fuerzas, aunque tengamos que pasar por todas las miserias e injusticias de este mundo, imperfecto y pecador. Gracias a su inmenso amor, se nos da la vida divina.


Los tres versículos de que consta el evangelio de este domingo abundan en la misma idea: la adhesión al Hijo de Dios y sus consecuencias. El amor de Dios, la vida divina para los que se adhieren a Jesús, y la consideración de que estos no serán juzgados pues no están sujetos a sentencia (Juan, 6, 18). Para estos no habrá juicio final, irán derechos a la vida eterna.


La Ley judía imponía intermediarios entre Dios y los hombres al estilo de lo que sucedía entre un señor y sus esclavos. Entre Dios y los judíos existían los maestros y la jerarquía de los jefes. El contacto con Dios necesitaba intermediarios. Ahora, al adherirnos a Jesús, recibimos la vida divina y nos hacemos hijos de Dios (Juan, 1, 12). Ya no hay que ser fiel más que al amor de Dios, con todas sus consecuencias.


Práctica:

Reflexiona sobre lo leído en este comentario, pero no olvides la necesidad de la continua adhesión a Jesús, el Hijo de Dios, también en la actualidad.


 
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