sábado, 5 de abril de 2008

Domingo III de Pascua. 6 de abril 2008. Lucas, 24, 13-35

Por lo que se deduce de la lectura de este evangelio, cuando los discípulos de Emaús van caminando es al anochecer del primer día de la semana. También en el evangelio del domingo anterior, El Señor se aparece al anochecer del primer día, que, como sabemos, es el momento en que los cristianos celebran su reunión eucarística y, por tanto, El Señor se hace presente en la misma.
Explicando la Biblia a los discípulos de Emaús les dice Jesús: "¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloría?" (Luc. 24, 26). Es aquí donde aparece por primera vez el Mesías como sufriente, tanto en el Nuevo Testamento, como en la literatura anterior judía o en el Antiguo Testamento.
Los cristianos no hemos visto nunca a Jesús durante su vida, y menos como resucitado. ¿Es que aquellos primeros discípulos tuvieron más razones para creer que nosotros, creyentes del siglo XXI? Pues no. Todo consiste en que nos acerquemos a la lectura asidua del Nuevo Testamento y se irá despertando en nosotros el amor a Jesús, culminando con la recepción de Jesús en la eucaristía. Él termina abriendo nuestros corazones, al igual que abrió los corazones de los discípulos de Emaús. La referencia a la eucaristía culmina con el partir el pan y dárselo en comunión. Es entonces cuando reconocen al Señor.
Los de Emaús marcharon inmediatamente a comunicarlo a los Once y a sus compañeros. Como vimos el domingo anterior, Juan no incluiría a Pedro entre los Once, porque ya había visto al Señor resucitado; le llamaría discípulo por pertenecer ya a la nueva era, al nuevo pueblo de Dios.
Los Once, se dice, estaban comentando que El Señor había resucitado y que se había aparecido a Simón (es decir, a Pedro). Los de Emaús contaron todo y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Jesús resucitado, El Señor, se manifestó muchas veces como tal, transmitiendo un mensaje fuerte y unas experiencias duraderas, permanentes y vivificadoras, con posibilidad de transmitirse, por su virtud a todos los creyentes del futuro. En todo esto, se distingue de otras comunicaciones de personas cercanas a la muerte de lo que dan fe, en concreto, muchos de nuestros mayores. Es un fenómeno universal y en estudio, pero que no puede equipararse con lo sucedido por parte del Señor, que toma siempre claramente la iniciativa y transmite un mensaje permanente de vivencias hasta el fin de los tiempos. Si alguien sabe expresarlo mejor, le agradecería un comentario.

 
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