miércoles, 6 de octubre de 2021

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. 10/10/2021. Marcos 10, 17-30

Las lecturas de este domingo nos ponen ante lo que debe ser la vida de un cristiano, la vida de un seguidor de Cristo. Nos encontramos ante una persona que ama a Dios y desea amarle siempre. La primera lectura, tomada del libro bíblico de la Sabiduría 7, 7-11, nos presenta a un hombre haciendo oración, a un hombre que suplica, a un hombre que ora y va consiguiendo los frutos de la oración. El que ora va consiguiendo sus frutos espirituales cuando Dios considera oportuno. Muchos cristianos consideran que tu rezas y Dios está obligado a concederte. Dios nos ama y nos quiere, pero nosotros no podemos obligarlo a nada. El sabe lo que es mejor a cada uno de nosotros. Al que suplica, en esta lectura, le da el espíritu de sabiduría. La sabiduría que es fruto del amor que Dios nos tiene. La sabiduría que nos mantiene unidos a Dios y que hace que broten de nuestro corazón muchos actos de amor a él. Con el salmo 89, digámosle varias veces durante el día: "Sácianos Señor de tu misericordia y estaremos alegres". La segunda lectura es de la carta a los Hebreos, 4, 12-13. Dos ideas son las que resumen la enseñanza de hoy: "La palabra de Dios es viva y eficaz", expresión del comienzo, y "todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas" que se dice al final. Tengamos siempre presentes estas dos ideas. Es decir, que la palabra de Dios, si lo amamos de verdad, si lo buscamos, si hacemos oración, cada vez sentiremos a Dios más cerca de nosotros y veremos como Dios conoce de verdad todo nuestro interior. En el evangelio, Marcos 10, 17-30, Jesús comienza interrogando a uno que se arrodilla ante él y que le pregunta ¿Maestro bueno, qué debo hacer para heredar la vida eterna? ¡Poquísimas veces llamamos bueno a Dios! Y sin embargo, Jesús contesta al que le pregunta: No hay nadie bueno más que Dios. Tan sólo Dios, Dios del cielo o ese mismo Dios bajo la figura de hombre, es decir, Jesús de Nazaret. El es bueno por excelencia. Los demás quedamos muy lejos. Deberíamos acostumbrarnos a llamar bueno a Dios en la profundidad de su significado. El nos quiere con locura. Con verdadera bondad. Precisamente, pensando en esa infinita bondad de Dios nadie, ningún papa, ningún concilio se atrevió a definir como dogma de fe la eternidad del infierno. ¿Cómo será la eternidad del que no se salve? ¿O, nos salvamos todos? Dios, en su infinita bondad, no nos condena para siempre. No nos tiene sufriendo para siempre. Pero, sea cual sea la solución, seamos fieles a Dios, rectifiquemos nuestro camino. Hemos tocado parte del evangelio de hoy. Dejamos lo demás para otra ocasión.

 
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