miércoles, 13 de octubre de 2010

Domingo XXIX del tiempo ordinario. 17/10/2010. Lucas, 18,1-8.

   Jesús quiere explicar a todos sus discípulos cómo tienen que orar y esto sin desanimarse. Pero, este orar se refiere a un orar en busca de la justicia. Aquí está la clave del evangelio de hoy. Aunque éste empieza mencionando a Jesús que trata de darles una explicación, sin embargo, al final del mismo relato es el Señor quien habla. Ya no se refiere a Jesús, sino al Señor. Por esta razón, debemos situar el relato después de la resurrección, momento en que Jesús es constituído "Señor". Este pasaje se refiere, pues, a la vida de la primera comunidad cristiana en la que habría determinados problemas, posiblemente de persecución.

   En el ejemplo propuesto como explicación, dice el juez injusto: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no sea que acabe pegándome en la cara". Y continúa el Señor: "Si esto hace el juez injusto, Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?". Pero, esa fe en la justicia de Dios debe ser continua, debe ser una fe probada, no expuesta al desaliento, para que cuando venga el Hijo del hombre a juzgar pueda encontrar esa fe en la tierra.

   Con esa fe en Dios, aunque sea en medio de los sufrimientos, encontraremos que la bondad de Dios es como nueva cada mañana, pero, a la vez, completamente inmerecida y que da origen a nuevos actos de agradecimiento y a un renovado deseo de seguir recibiendo la bondad de Dios. Esto sólamente puede comprenderlo quien vive en la fidelidad a Dios, en medio de las dificultades aunque sean persecuciones. Esta maravilla es todo un regalo de Dios, incomprensible para la mente humana. En esta relación, Dios es el Dios del hombre y el hombre es el hombre de Dios. Es una unión maravillosa. Es el misticismo cristiano.

   La justicia de Dios llegará cuando vuelva el Hijo del hombre, al final de los tiempos. Mientras tanto, el creyente orará humildemente: "No se haga lo que yo quiera, sino lo que Tú quieras". Es una oración que encierra humildad, fe y que da total libertad a Dios para que disponga en el momento que él crea oportuno. Pero, no nos quepa duda, Dios actuará.

 
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