lunes, 3 de diciembre de 2012

II Domingo de Adviento. 9/12/2012. Ciclo C. Lucas 3,1-6

   El domingo pasado comenzaban las lecturas del ciclo C, es decir, el evangelio de Lucas.

   Se calcula que entre la segunda mitad del año 27 y la primera del 28, aparece en Palestina un profeta que realiza un fuerte impacto religioso en todo el pueblo. Se llama Juan y es hijo de una familia sacerdotal en el campo. Según bastantes autores, este sería un dato auténticamente histórico de la infancia de Jesús, aportado por el evangelio de Lucas.

   Juan el Bautista rompe con el Templo y todos sus ritos de purificación y se lanza a predicar su bautismo de conversión y perdón de los pecados. Se siente arrebatado por el Espíritu y, sin estar legitimado por ninguna autoridad religiosa que apruebe su actuación, empieza a realizar un rito inusitado y sorprendente en las aguas del Jordán. Rito que no existía en la comunidad religiosa. Por la conversión manifestada en el bautismo que  predica Juan, los pecados quedan perdonados. Dios los perdona. Convirtiéndose, es decir, pidiendo perdón a Dios, Dios perdona. Y esto, no sólo a los judíos de aquella época, sino a todas las personas que vamos pasando por este mundo. Si las personas se arrepienten sinceramente de sus pecados, Dios ¡siempre! los perdona. Nosotros los cristianos no estamos en peores condiciones que los judíos.

   Juan hace que la gente tome conciencia de sus pecados y los exhorta a convertirse. Es muy importante que tomemos conciencia de nuestros pecados y de nuestras injusticias. Como es muy importante saber arrepentirse, lo es creer de verdad que hemos sido perdonados por Dios.

   Si queremos ver la salvación de Dios, como nos dice el profeta Isaías, citado por el evangelio de hoy, debemos contemplarla en el horizonte maravilloso que se admira desde una inmensa llanura. En efecto, lo primero es lograr esa inmensa llanura allanando los senderos, elevando los valles, rebajando los montes y colinas. Todo un lenguaje metafórico que debemos aplicar a nuestra conducta y a nuestras relaciones con los demás. Es necesario hacer más sencilla nuestra vida. De esta forma todos veremos la salvación de Dios. Esto es preparar el camino del Señor y es lo que empezó a predicar Juan el bautista.

   Compromiso:
   Pide perdón a Dios de los pecados que has cometido contra él y contra el prójimo. Párate un momento a pedir este perdón con sinceridad y ten la completa seguridad de que Dios te ha perdonado.

 
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