martes, 10 de diciembre de 2013

III Domingo de Adviento. Ciclo A. 15/12/2013. Mateo 11,2-11

   La primera lectura de este domingo (Isaías 35,1-6a.10) es una maravillosa colección de metáforas sobre la alegría de ver que Dios viene a este mundo. Nos alegraremos con gozo y alegría. Veremos la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios, que viene en persona y nos salvará. Esta fe es muy importante, es la verdadera fe. No creemos porque algo tiene que haber después de la muerte. Creemos porque Dios vino a este mundo en la persona de Jesús, y nos alegramos. Esto es lo que celebramos en la Navidad.

   El Señor ha venido a este mundo para traer su mensaje, pero la segunda venida para cada uno de nosotros está cerca, nos afirma la segunda lectura, tomada de la carta de Santiago (5,7-10). Nos hace una llamada a la hermandad entre todos, para no ser condenados. Todos deberíamos llamarnos hermanos y vivir este mensaje del Señor. 

  El evangelio de hoy comienza con una duda de Juan el Bautista o de sus discípulos, que le hace enviar emisarios a Jesús para preguntarle si es él el que ha de venir o deben esperar a otro.

   Quizá la duda que había en Juan tendría que ver con que algunos habían dejado de creer en él o lo menospreciaban. Además, Juan estaba preso y más de uno podría pensar que si lo estaba, sería consecuencia de que su predicación era toda una mentira. O también, que sería un predicador idealista equivocado. Sea como sea, todo se vuelve contra Juan e incluso le hace dudar a éste.

   Por eso, Jesús defiende el ministerio de Juan y lo pone como el más grande creyente y como un profeta.

   Los que hoy somos creyentes nos parecemos más a Juan que a Jesús, creo yo. Como Juan, también nosotros posiblemente tenemos nuestras dudas. Como él, tenemos necesidad de dirigirnos a Jesús para que nos ilumine, con esa luz que sólo él tiene. Como Juan, y como creyentes, debemos anunciar a Jesús. Con la nueva evangelización, todos los creyentes debemos sentir la necesidad de hacerlo. Pero, no sentiremos esa necesidad si no sentimos la presencia de Jesús en nosotros. Si la sentimos de verdad, evangelizaremos.

   Pero, mucho cuidado. Debemos ser mensajeros de Cristo, sin añadiduras.

   Dice Jesús que dichoso el que no se siente defraudado por él. Esto se aplica no sólo a la gente sino al mismo Juan, pues anunciaba el juicio inminente, cosa que no entra en las actividades primordiales de Jesús. A veces, en nuestra fe metemos ideologías, no es la fe de Jesús. Ya nos lo advirtió el Papa Francisco. Debemos purificar nuestra fe que, a menudo, está adulterada por ideologías. Santo Tomás de Aquino afirmaba que los preceptos dados por Cristo son poquísimos.

   Compromiso:
   Pedir a Dios de verdad, llegar a experimentar su cercanía, que va unida a la cercanía con el hermano y, por lo tanto, a la necesidad de evangelizar.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.