martes, 9 de junio de 2009

Domingo del Cuerpo y Sangre de Cristo. 14/06/2009.Marcos 14,12-16, 22-26

Después del suceso en el templo, en el que Marcos dice que Jesús derribó las mesas de cambistas y vendedores, este sabe que sus horas están contadas. De ello se encargarán el sumo sacerdote, los demás sacerdotes y los soldados y policía romana. Era una actuación demasiado subversiva y Jesús debía ser eliminado. Pero él no piensa en ocultarse. Es más, organiza una cena de despedida con sus amigos y amigas. Dándose cuenta de lo inmediato de su muerte, va a compartir con ellos la confianza total en su Padre Dios.

Para Marcos, Mateo y Lucas, esta cena es la de la Pascua judía. Sin embargo, el evangelio de Juan dice que Jesús fue crucificado la víspera de Pascua y, por tanto, esta cena de Jesús tuvo que ser antes. Además, Pablo no habla para nada de una cena pascual. Hoy, generalmente, los investigadores no afirman que la última cena de Jesús haya sido una cena pascual judía. Sea como fuere, nadie duda de la historicidad de esta última cena de Jesús. Las diferencias entre un relato y otro se deben a que, en cada una de las comunidades cristianas primitivas, pueden recordarla y celebrarla con textos litúrgicos diferentes, según su deseo y memoria.

Conforme al evangelio de hoy, en esta cena todos estuvieron recostados en divanes, como se acostumbraba en las celebraciones, para tener una sobremesa tranquila. Cuando se habla de los discípulos, no podemos excluir la presencia además de los Doce, de otros discípulos y discípulas que vinieron con él, juntos, en peregrinación. Debió de ser maravillosa esta última cena, viviendo el profundo amor de Jesús al Padre, echándose en sus brazos ante la negrura y oscuridad de la muerte que sabe le espera. ¡De qué cosas tan sublimes hablarían! ¿Cómo sería aquella sobremesa, que seguro que estuvo animada por la paz interior y la serenidad que Jesús habrá sabido imponer para no amargarles la fiesta, aunque la situación era sumamente grave?

Siguiendo la costumbre judía, al empezar la comida, Jesús se pone de pie, coge en sus manos pan y, en nombre de todos, bendice a Dios, a lo que todos responden "amén". Luego rompe el pan y da un trozo a cada uno. En varias ocasiones hizo Jesús esto mismo, sin lugar a duda. Esta costumbre significa que Jesús les hace llegar la bendición de Dios. ¡Cómo debía impresionar cuando comía con recaudadores, pecadores y prostitutas! Al recibir el pan, se sentían unidos entre sí y con Dios. Pero, esta vez Jesús añade: "Esto es mi cuerpo". Entre los judíos, el cuerpo es la persona y, por eso, es como si dijera: "Yo soy este pan".

Para el final de un banquete o comida, según se acostumbraba, el que preside la mesa, coge con su mano derecha una copa de vino y, manteniéndola a un palmo sobre la mesa, pronuncia sobre ella una acción de gracias y todos responden "amén". El presidente inicia el beber y le siguen los demás, cada uno con su propia copa. Pero Jesús, esta noche, lo realiza de manera distinta. Invita a sus discípulos y discípulas a que todos beban de su misma copa. Les dice: "Esta es mi sangre..."

La última cena de Jesús es una gran acción sacramental.


Práctica:
En nuestras celebraciones eucarísticas vivamos el amor que Dios nos tiene y, a pesar de nuestros pecados y miserias, sintámonos unidos a Él y dispuestos a vernos todos como hermanos, ayudándonos unos a otros.

 
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