miércoles, 21 de noviembre de 2012

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 25/11/2012. Juan, 18, 33-37

   Celebramos hoy la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. En este evangelio, Jesús afirma su realeza, pero deja bien claro que ella no tiene ninguna semejanza con la realeza del mundo. En Jesús, ser Rey es ser el Mesías, el Salvador de todos. Es la forma de hablar que usaban los judíos.

   Israel era un nombre teológico, es decir, recordaba que Israel había sido escogido por Dios. Ahora, como han rechazado a Jesús, ya no son algo escogido por Dios (Israel) sino que, simplemente, son el pueblo judío. "¿Eres tú el rey de los judíos?", pregunta Pilato a Jesús.

   No cabe duda que los judíos y los sumos sacerdotes odian a Jesús más que a los invasores romanos y a ellos lo entregan.¡Cuántas veces nos avergonzamos de defender a Jesús, su evangelio, su doctrina, su enseñanza! ¡O de hacerle una reverencia! No nos damos cuenta que, de esa forma, estamos ayudando al enemigo a ir contra nuestro propio amor que es Jesucristo. Pero, debemos tener claro que defender a Jesús no siempre es defende a la jerarquía. Esta no siempre tiene un recto proceder, como se ve a través de la historia y, a veces, a cada poco. Además, no siempre tenemos obligación de estar de acuerdo con todo lo que dice. Así ha de ser, como se deduce de la encíclica "Fides et ratio", cuando dice las condiciones en que se considera que una persona ha llegado a la edad madura. El mismo concilio Vaticano II afirma que la Iglesia, antes que jerárquica, es misterio y pueblo de Dios. Lo primero es Jesús y después todo lo que ayude a estar a su lado. Jesús es el Rey. Esta es la fiesta que celebramos hoy.

   Jesús descarta la realeza que se apoya en la fuerza. No quiere la realeza de los reyes, que se apoya en las armas. Renuncia a ellas. La teología de la liberación ha tenido el gran acierto de dar al pueblo de Dios toda la categoría que se merece, pero debería tener muy claro que en el evangelio de Jesús nunca se recurre a las armas. La violencia engendra violencia. Son necesarios otros caminos.

   Termina el evangelio de este domingo afirmando Jesús que, en efecto, es rey. Para eso ha venido al mundo. Pero, su realeza consiste en ser testigo de la verdad, en dar testimonio de ella. Y añade, "todo el que es de la verdad, escucha mi voz".

   La verdad de la que Jesús da testimonio es su propia experiencia, la de su Espíritu que es vida y amor. Es la misma experiencia maravillosa que hemos recibido de Jesús, cuando buscamos su amor.

   Como vemos, las dos características de Jesús, como rey, son la renuncia al uso de la fuerza y su misión de dar testimonio de la verdad, que en nosotros se convierte en la propia experiencia de Jesús. Experiencia real y no sensiblería.

   Compromiso:
   Recuerda las experiencias íntimas que tú has tenido sobre Jesús o sobre Dios Padre.

 
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