lunes, 21 de marzo de 2016

Domingo de Pascua de Resurrección. Ciclo C. 27/03/2016. Juan 20,1-9

   Estamos en la fiesta que es la culminación de todo el evangelio. Es la fiesta por excelencia. Es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza. Toda la misión de la Iglesia comienza con la resurrección y desde ella la reemprende siempre de nuevo. Es el momento ideal para empezar a creer o reforzar nuestra fe. Hoy, las tres lecturas de la misa vibran con la resurrección del Señor y las tres se toman del Nuevo Testamento.

   Lógicamente, la primera lectura (Hechos 10,34a.37-43) no se toma del Antiguo Testamento o Tanaj. Pedro hace un brevísimo recuerdo de la actuación de Jesús en este mundo, de la fuerza del Espíritu Santo que residía en él, de su muerte, de su resurrección y sus apariciones y convivencia con los testigos por él designados. Y todo ello se expresa con la emoción del Salmo 117 que dice: "Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo".

   La segunda lectura (Colosenses 3,1-4), cual si de un real memorial se tratara, nos presenta a los que todavía estamos peregrinando por este mundo, como realmente ya resucitados con Cristo. Por lo tanto, también hemos muerto con él. Los memoriales, en la Biblia, saltan por encima del tiempo, porque en Dios no hay tiempo, todo está presente. Por eso, ya hemos resucitado con Cristo. El es nuestra alegría y nuestro gozo.

   En el evangelio de hoy, es necesario fijarse en el simbolismo que encierra y servirse de una traducción mejor que la del misal. En efecto, aunque el día ya amaneció, sin embargo todavía hay tinieblas. En Juan, tiniebla significa la ideología contraria a la verdad de la vida. María va al sepulcro sin pensar en la resurrección de Cristo, está aún en tinieblas a pesar de haber amanecido.

   María Magdalena le comunica a Pedro que "no sabemos donde lo han puesto (a Jesús)". Este plural parece referirse a la comunidad, que está desorientada. El discípulo amado vio puestos los lienzos, es decir, extendidos como sábanas en el lecho nupcial, según nos aclaran los versículos 6 y 7. Es señal de la vida.

   El sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, se encuentra envolviendo determinado lugar. Esta palabra -lugar- designa constantemente, en Juan, el templo de Jerusalén, salvo que se refiera directamente a Jesús como templo. Aquí se refiere, sin duda, al templo de Jerusalén, representante de la institución judía que dio muerte al Señor.

   Se ve la diferencia entre el discípulo amado y Pedro. Este no reacciona ante lo que ve; sin embargo, el otro discípulo vio y creyó. Pedro ve el lecho nupcial que simboliza vida, pero no entiende nada. Es necesario estar en sintonía con Jesús para darse cuenta de las señales del Espíritu. El discípulo amado lo está y por eso cree.

   Debemos aprender a estar en sintonía con Jesús.

   Compromiso:
   Examinar mi sintonía con Jesús.

 
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