viernes, 1 de septiembre de 2017

XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 3-9-2017. Mateo 16,21-27

   El mensaje de la liturgia de este domingo es clarísimamente la fidelidad a Dios todos los días de nuestra vida. Si el domingo anterior se afirmaba que nuestra fe debe ser una fe firme y nuestra relación con Dios cada vez más profunda, hoy es el día de la fidelidad a Dios. Tengámoslo muy presente. Como frase para memorizar se propone la siguiente de la primera lectura: "La palabra del Señor era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos" (Jeremías 20,9).

   Dice el profeta Jeremías en esta lectura que se dejó seducir por el Señor. Él lo forzó y lo sedujo. Pero, por ser fiel a Dios lo despreciaron y lo pasó muy mal. Y aunque intentaba contener ese "fuego ardiente" mencionado, no podía. Ojalá sintamos en nosotros esa fuerza divina para cumplir los deseos de Dios. Y seamos valientes, por amor y fidelidad a Él.

   San Pablo, en su carta a los Romanos (12,1-2), nos pide que presentemos a Dios nuestros cuerpos como hostia viva, santa y agradable a Dios. Y un consejo muy fundamental: que sepamos discernir lo que es la voluntad de Dios. Y Dios es amor. Seamos fieles al Espíritu. Invoquémoslo con frecuencia, sinceramente, y no seremos víctimas de ninguna ideología. Ni siquiera de las que algún pastor trate de meternos por la cabeza.

   En el evangelio de hoy, Jesús habla a los discípulos de lo mucho que tenía que padecer y que sería ejecutado y resucitaría al tercer día. Al oírlo, Pedro se puso a reñirlo y le dijo: "No lo querrá Dios, señor". Jesús le contesta y le dice: "Tu piensas como los hombres, no como Dios".

   Es muy reconfortante echarse en los brazos de Dios, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, siempre. Así nos sentiremos cerca de Él.

   Después dice Jesús a sus discípulos: "El que quiera ser mi discípulo, que cargue con su cruz y me siga". Continúa afirmando que el que pierda su vida por él, la encontrará. Existe una forma implícita de realizar lo mismo, de ser mártir por cumplir el evangelio. Es el caso de dar la vida por librar a otro de perderla. Según estableció el actual Papa, Francisco, basta ese comportamiento para iniciar la causa de beatificación. Esto puede abrir en un futuro la posibilidad de que sean canonizables personas de otras religiones. Dar la vida por otro sería la máxima expresión de amor humano y evangélico.

   Termina este evangelio afirmando que el Hijo del Hombre pagará a cada uno según su conducta. Pero, ¿con qué moneda nos pagará? Dios siempre nos paga con demasiado exceso, es excesivamente misericordioso.


   Compromiso: ¿Has sentido alguna vez el fuego ardiente de Dios que te llama a trabajar por Él?


 
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