lunes, 4 de noviembre de 2013

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 10/11/213. Lucas 20,27-38

La primera lectura, fuerte y maravillosa en contenidos y enseñanzas, es de 2 Macabeos, 7,1-2.9-14. Enseñanzas fundamentales del dogma y de la moral se entrecruzan en el pasaje. El relato es de 600 años abundantes antes de nacer Jesucristo.

   Se describe el martirio de siete hermanos y una madre torturados por negarse a comer carne de cerdo. En esta lectura, no se relata lo referente a la madre y, por lo tanto, no hay referencia a la creación desde la nada, lo contrario de lo afirmado por el filósofo coetáneo Epicuro.

   Los hermanos macabeos son torturados por su fidelidad a lo que ellos consideran ley de Dios: no comer carne de cerdo. Ello está prohibido por la religión judía. Quieren ser fieles a Dios y dan su vida en medio de tormentos. Son mártires.

   Pero, es necesario hacer una importante observación. Dice el papa Francisco que las enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales no son todas equivalentes. Hoy debemos buscar un equilibrio. El anuncio del amor salvífico de Dios es lo primerísimo. Después, iran naciendo fácilmente las obligaciones morales y religiosas, que jamás consistirán en comer o no comer carne de cerdo.

   Los cristianos debemos acostumbrarnos a usar el discernimiento, ante las leyes que emanan de la misma jerarquía eclesiástica. No debemos huir del martirio por amor a Dios, jamás. Pero, ser mártires a lo tonto, no es ser mártires.

   La segunda lectura, de 2 Tes. 2,16-3, 5, comienza pidiendo que Dios nos consuele internamente y nos dé fuerzas para toda clase de palabras y obras buenas. Y termina deseando que el Señor dirija nuestros corazones, para que amemos a Dios y permanezcamos en Cristo. Meditémoslo seriamente.

   Y, ya en el evangelio, la enseñanza sigue en la línea de la primera lectura: es la enseñanza de que hay vida después de la vida. No se acaba todo con la muerte.

   Los saduceos llaman a Jesús Maestro, pero sólo para darle confianza, engañarlo y avergonzarlo. Tratan de demostrarle que no puede haber resurrección. La ley dice que cuando un hombre muere sin hijos, un hermano del difunto debe casarse con la viuda para darle hijos y que su linaje continúe. La mujer del evangelio va quedando viuda y se casa, sucesivamente, con los hermanos de su primer marido, hasta siete veces. Entonces le preguntan a Jesús: ¿En la resurrección, esa mujer de cuál de los hermanos será esposa? Si Jesús contesta que será esposa de los siete, enfadará a todos, pues, la gente se podría imaginar a un hombre con siete esposas, pero no a una mujer con siete esposos.

   La vida del futuro no es imaginable. Intentar explicar lo que es la resurrección a una persona acostumbrada a pensar terrenalmente, es como intentar explicar el color rojo a una persona que nunca ha visto los colores porque nació ciega.

   En la vida futura, no existe la práctica del sexo y no se nos da en casamiento. Seremos iguales a los ángeles e hijos para siempre de Dios que nos inundará de amor.

   Compromiso:
   Dentro de las ordenanzas religiosas, aprender a discernir con sentido cristiano.

 
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