lunes, 17 de diciembre de 2012

IV Domingo de Adviento. 23/12/2012. Ciclo C. Lucas, 1, 39-45

   La visita de María a su prima Isabel es el contenido del evangelio de este domingo. La ciudad de Ein Karem, cerca de Jerusalén, se ha identificado tradicionalmente como el pueblo de Judea a donde fue María para visitar a Isabel, la madre de Juan Bautista.

   El propósito del evangelio de Lucas parece mostrar que los dos hombres, Jesús y Juan, estaban muy unidos desde el momento de su concepción y que forman parte de un gran plan divino, pero dejando clara la superioridad de Jesús, la cual es conocida tanto por Isabel como por el hijo que lleva en su vientre. Esto es fundamental en el evangelio de este domingo.

   En el pasaje evangélico de hoy, se vive un ambiente religioso extraordinario. Es verdad que el relato es un género literario en el que no deben tomarse las palabras al pie de la letra, sino poéticamente. Pero, es de una gran espiritualidad y ternura. Cuando la religiosidad se alía estrechamente con el arte, sea pintura, escultura o literaria como aquí, nos ayuda a vivir de una forma creativa, tanto en las alegrías como en las penas, en la salud como en el dolor. María desea comunicar una gran alegría a su pariente Isabel. Entra en su casa sin llamar porque tiene que entrar rápido, tiene prisa por comunicar la emoción. Entra como se hace en muchos pueblos. Isabel se emociona al oir el saludo de María, con tal emoción que se expresa diciendo que el niño saltó de gozo en el vientre de su madre. Isabel se llenó de Espíritu Santo, es decir, lo divino se hizo humano. Isabel experimentó y vislumbró algo de lo divino, algo de lo normalmente inaccesible, porque es Dios.

   Son muchos los cristianos que, más o menos llenos de Espíritu Santo, tienen experiencias de Dios que está con ellos. Y son personas normales. Por desgracia, muchas personas no son conscientes de esta cercanía de Dios que, aunque sea en lo más oculto de su ser, los conduce en lo recóndito, en el misterio. Se necesita que los predicadores y enseñantes manifiesten la posibilidad y abundancia de estas experiencias místicas, aunque sean en grado ínfimo. Pero, tales experiencias no deben buscarse. No están en nuestras manos, no se deben a nuestro esfuerzo. Es obra de Dios. Obra y regalo. Una buena formación de los fieles, en este sentido, daría su fruto. Como decía Danielú: la fe está basada en un contacto personal con Cristo.
 
    Termina el evangelio de hoy diciendo Isabel a María: "¡Dichosa tú, que has creído!". Dichosos también nosotros si aceptamos con fe el mensaje de Jesús.
 
   Compromiso:
   En las experiencias sobre la belleza, como cuando nos extasiamos ante un paisaje maravilloso, sepamos buscar a Dios y vivir su cercanía.

 
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