lunes, 9 de enero de 2017

II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 15/01/2017, Juan 1, 29-34

   Espíritu Santo y Testimonio son las dos palabras sobre las que gira la liturgia de hoy. Están fuertemente entrelazadas, de manera que no hay verdadero testimonio si no está movido por el Espíritu y nuestra vivencia del Espíritu no es auténtica, si no nos lleva al testimonio activo. Como recuerdo, puedo memorizar la frase de la primera lectura que dice: " Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra (Isaías 49,6)".

   En la primera lectura, tomada de Isaías (49, 3.5-6), Dios le dice al profeta algo que también podría decirme a mí: "Es poco que seas mi siervo... y conviertas a los supervivientes... Te hago luz de las naciones". Parece que Dios cuanto más le damos más nos exige.

   En 1 Corintios (1, 1-3) Pablo nos desea que la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con todos nosotros. Y si tenemos la gracia y la paz de Dios, es porque el Espíritu está en nosotros y él nos mueve. Vivamos esta gran verdad y dejémonos mover.

   El evangelio de este domingo nos relata la gran experiencia de Juan el Bautista sobre Jesús. Dios había dicho a Juan: "Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo". Y, ese es el hijo de Dios, afirmó también Juan.

   Los judíos, como nosotros los creyentes cristianos, si eran creyentes de verdad, si eran personas de oración y practicaban el bien, ellos también experimentaban la presencia de Dios en sus corazones. A esa experiencia terrenal de Dios la llamaban Shekhinah. Era la manifestación del Espíritu, era la presencia divina. Los judíos habían descubierto que cuando dos o tres estudiaban juntos la Biblia, se hacían conscientes de que la divinidad habitaba en ellos y con ellos. Y, cual no sería la interioridad de la oración de Jesús y la fuerza de sus vivencias echándose en las manos dle Padre, que Juan pudo ver al Espíritu Santo bajar sobre él. En el lenguaje judío era una forma de expresar una auténtica realidad divina. Es triste que nosotros hayamos perdido, a nivel popular, determinadas formas del lenguaje místico, que siempre expresa realidades religiosas muy profundas. Está recogido el relato de un rabino que estudiaba la Biblia con sus discípulos, y, en un determinado momento, pareció que el Espíritu Santo descendía sobre ellos en forma de fuego y un viento impetuoso.

   No cabe duda que entre nosotros, los cristianos católicos, hay muy pocas vivencias místicas porque no abundan las personas de oración, de profunda meditación basada en la Sagrada Biblia y en la Eucaristía.

   Compromiso:
   Como otras veces, dedúcelo tú.

 
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