miércoles, 14 de marzo de 2018

V Domingo de Cuaresma. Ciclo B. 18/03/2018. Juan 12,20-33

   Dios está siempre mirando al mundo para llenarlo de bendiciones. Tanto que en la primera lectura Dios se olvida de la alianza anterior para ofrecernos otra mejor. Pero el modo de obrar de Dios es distinto al nuestro. Lo veremos.

   Como texto de la palabra de Dios para recordar se propone uno de Jeremías 31, al final de la primera lectura, que dice " Todos me conocerán cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados".

   Continuando con dicha lectura, (Jeremías 31,31-34) se nos dice que, después de la antigua alianza de Dios con los hombres, vendrá una nueva en la que todos podamos conocerle. Y esto es verdad. Lo sabe bien la persona de oración.

   La segunda lectura es de la carta a los Hebreos (5,7-9). Manifiesta que Dios escucha siempre nuestras oraciones, aunque parezca que no. Aunque aparentemente no nos escuche. Pero, siempre es para bien de todos. Hace poco, me encontré con una mujer enfadada con Dios, porque no había salvado de la enfermedad a su hija, que había muerto a pesar de las oraciones hechas. Jesús pidió al Padre ser librado de la terrible muerte. Pero, murió con muerte de cruz. Así, se convirtió para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

   El evangelio de hoy refleja, según los intérpretes, la dificultad con que las primeras comunidades cristianas dieron el paso a la evangelización de los paganos. Juan quiere hacernos ver como esta decisión no dependió de una iniciativa individual ni de la misma comunidad cristiana, sino que fue tomada después de haber consultado al Señor por medio de la oración. También los paganos quieren participar de la vida de la gracia divina y toman la iniciativa de querer ver a Jesús. Le dicen a Felipe rogándole: "Señor, queremos ver a Jesús".

   Jesús no viene a proponer una doctrina ni una ideología, sino que desea que el hombre alcance la plenitud humana. Propone una bonita y real comparación: "si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto". Con la muerte el grano libera toda su energía vital. La vida que él tenía encerrada se manifiesta de forma nueva. En efecto, el hombre, como el grano de trigo, posee mucha más vitalidad de la que parece. Tiene muchas potencialidades, unas por su naturaleza humana, creada por Dios, y otras por la gracia divina que habita en nosotros. Todas esas potencialidades debemos saber encauzarlas para extender el reino de Dios. Debemos dar fruto.

   Sin lugar a duda que Jesús tuvo muchas experiencias místicas en lo más íntimo de su alma, no sólo la del monte Tabor. La muerte que le espera es terrible. Tiene mucho miedo. Pero, está muy unido al Padre Dios. Sus vivencias interiores son indescriptibles. El vocabulario es propio de una teofanía y no es para menos.

   Compromiso:
   Da la cara de una vez y no te avergüences de practicar como cristiano.

 
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