Dios deja en manos del género humano asuntos muy
importantes, a pesar de las debilidades del mismo, si él encuentra nuestro
corazón con una disposición sincera, verá también en nosotros el material con
el cual trabajar y edificar. Esta es la temática de este domingo.
Como frase para memorizar se propone: "Yo
también te digo que tu eres Pedro –piedrecita-
y sobre ésta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no
podrán contra ella" (Mateo 16,18). Como no podrías memorizar todos los textos que se
proponen, este es uno de los que debes tener siempre presente.
En primer lugar, se propone la lectura de Isaías 22,19-23. En ella, el Señor dice que dará la llave del palacio de David a Eliacén
afirmando algo parecido a lo que Jesús le dijo a Pedro: "lo que él abra
nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá". Es una lectura que
ambienta el evangelio.
La segunda lectura, Romanos 11,33-36. Nos habla de lo
insondable del misterio de Dios. En efecto, la generosidad de Dios es un abismo,
la sabiduría de Dios es un abismo y el conocimiento de Dios es un abismo.
Acostumbrémonos a amar a Dios como misterio que nos ama profundamente. Digámosle
muchas veces al día, que lo amamos. Nuestra relación con él será cada vez más
profunda.
El evangelio de hoy relata uno de los momentos más
reveladores sobre Jesús. Es conveniente señalar el lugar donde sucede para
mejor comprensión. En tiempos de Jesús había dos ciudades con el nombre de Cesárea:
Cesárea marítima y Cesárea de Filipo. En esta última es donde se desarrolla la
lectura evangélica de hoy. Está ubicada al norte de Israel al pie del monte
Hermón. Un gran manantial baja por dicho monte y en Cesárea de Filipo sale
literalmente de la montaña por una cueva. Pero, junto con tanta belleza, el
lugar históricamente estuvo vinculado con la idolatría. Los cananeos levantaron
allí un altar al dios Baal y los griegos un templo al dios Pan. Allí, Jesús
pregunta a los discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
Hombre?". Los discípulos le manifestaron todo lo que la gente opinaba. A continuación, Jesús preguntó a los discípulos: "Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?". Pedro responde: "Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". Jesús lo
confirma: él es el Mesías, el Hijo de Dios. Se trata de una revelación espiritual
no de un razonamiento. A veces, hay vivencias interiores, suaves y fuertes a la
vez, que son verdaderas revelaciones de Dios. Muchos cristianos lo saben. La
revelación de hoy es que Jesús es el Hijo de Dios. Y esta revelación la reciben
los discípulos en el lugar que había sido dedicado a dos falsos dioses: Pan y
Baal. La fe de Pedro en Jesús es una fe fuerte, al menos en ese momento.
Nuestra fe también debe ser fe firme.
Compromiso: Que nuestra fe sea sobre Dios y sus
deseos. No una fe que busca utilizar a Dios para conseguir nosotros cosas
materiales.