miércoles, 10 de septiembre de 2014

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario. 14/09/20104. Juan 30, 13-17

   Se celebra hoy la exaltación de la Santa Cruz. Es necesario tenerlo en cuenta para comprender el sentido y significado de las lecturas bíblicas de este domingo. La primera, tomada del libro bíblico llamado Números (21, 4b-9), nos explica cómo el pueblo judío protesta contra Dios por el hambre y las miserias que sufre en el desierto. Ese pueblo recuerda su estancia en Egipto, donde efectivamente eran esclavos pero no pasaban hambre. Ahora no tenemos pan ni agua, dicen. Ya no sólo protestaban contra Dios, sino que hablaban contra El.

   En Egipto, se adoraban las serpientes. Dios pretende dar al pueblo judío una gran lección y les permite volver a la idolatría, haciendo que encuentren el animal sagrado por todas partes. Los judíos acuden a Moisés reconociendo que han pecado. Moisés hace una serpiente de bronce, y los que la miran quedan curados de mordeduras. Aquí habría terminado el comentario de esta primera lectura si no fuese que el evangelio la utiliza para hablar de Cristo.

   La segunda lectura (Filipenses 2, 6-11) termina afirmando que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble, ya que Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre. Se prepara el camino para la enseñanza evangélica. Pero, Jesús para llegar a ser tanto, es decir, para tener el nombre sobre todo nombre hubo de ser levantado como la serpiente y pasar por la muerte de cruz.

   Este es el mismo mensaje que hoy nos transmite el evangelio.

   Jesús le recuerda a Nicodemo la primera lectura de la misa de hoy. Si el que miraba la serpiente de bronce quedaba curado, ahora el que cree en el Hijo del hombre, es decir, en Jesús, tiene vida eterna. Es necesario tomarlo al pie de la letra. Si sabemos mirar con fe a Jesús, tenemos asegurada la vida eterna. Y no le demos más vueltas. Se trata de la verdadera fe, llena de amor, de entrega. Atrévete a mirar así a Jesús. Hazlo en la soledad de tu alcoba o en la paz íntima de una iglesia o en medio del dolor o del sufrimiento, si pasan por él. Pero, hazlo. Deposita en él tu fe amorosa. Nunca te pesará. Encontrarás una profunda paz en lo íntimo de tu alma.

   Y si eres creyente practicante, aún así corres el peligro de fiarte más de tus obras que de la fe en Cristo. Ten fe profunda en Cristo y él hará crecer en tí el fuego de su amor.
 
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   Compromiso:
   Atreverme a mirar a Jesús con la fe que se expresa en este comentario.

 
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