sábado, 29 de marzo de 2008

DOMINGO II DE PASCUA 30 MARZO 2008 Juan, 20, 19-31

En el evangelio de este domingo, nunca se dice que los que estaban reunidos sean los apóstoles. Los reunidos son los discípulos, los que empezaron a seguir a Jesús resucitado.
Según la palabra griega, los discípulos estaban, no sólamente cerrados con llave, sino también con una barra, cerrojo o tranca. Tal era el miedo que tenían a los dirigentes judíos.
Las veces que Jesús se hace presente en el evangelio de hoy, lo hace apareciéndose en el centro y no entra por la puerta. En él, hay fuertes reminiscencias eucarísticas y ésta es la primera: Jesús aparece en el centro de la comunidad, porque Él es para ella la fuente de la vida. Él se pone en el centro del grupo y les muestra las manos y el costado para que sepan que es Él. Y los discípulos sintieron "la alegría de ver al Señor". En estas apariciones del evangelio de hoy, El Señor saluda siempre diciendo: "Paz con vosotros". En el v. 22, sopla sobre ellos y les dice: "Recibid Espíritu Santo. A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados". La exégesis actual nos obliga a entender este texto de forma muy distinta a la tradicional en nuestra iglesia. Debemos partir del concepto de pecado que tiene Juan. Para él, el pecado es integrarse voluntariamente en el orden injusto. Los pecados son las injusticias concretas que comete el que acepta un sistema injusto. Juan no concibe el pecado como una mancha, sino como actitud del individuo. Pecar es ser cómplice de la injusticia que reside en el sistema opresor. Cuando la persona cambia de actitud y se pone a favor del hombre, cesa el pecado. La mediación de la comunidad no se trata de una potestad que se pueda ejercer, por ejemplo, en el confesionario. Se trata de una capacidad que se mide por la sintonía con Jesús, por el amor que insuflado por el Espíritu llena nuestros corazones al acercarnos al Señor. La actitud que el hombre tiene al adherirse a Jesús y llenarse de amor mutuo en la comunidad es discernido por ésta y queda refrendado por Dios. Esta es la mediación de la comunidad.
Antes, se afirmó que este pasaje de las apariciones del Señor tiene reminiscencias eucarísticas. En efecto, aparece la comunidad como algo distinto del mundo y Jesús en su centro. Sus manos y su costado son la expresión permanente de su amor. Esto es lo esencial de la eucaristía. Por otro lado, "ya anochecido" como se dice aquí, y el día primero de la semana referidos a esta aparición, es el momento que adoptaron las primeras comunidades cristianas para celebrar su reunión. Además, la primera aparición tiene lugar el primer día de la semana y la segunda, al octavo día. Son dos maneras de designar el mismo día. Se refleja también aquí la costumbre de celebrar en tal día la reunión comunitaria.
En el v. 24, se dice que Tomás, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los Doce, en Juan, se refiere a la antigua comunidd de seguidores de Jesús. Pero esta cifra de Doce, ya no representa a la nueva comunidad cristiana. El Doce hace referencia al pasado. Tomás aún no pertenece al nuevo pueblo de Dios, pues al no estar en la primera reunión con el Señor, no recibió el Espíritu ni la misión, (igual que el Padre me ha enviado a mí, os mando yo también a vosotros), sigue siendo uno de los Doce y por tanto, pertenece al pasado. Después de la resurrección, la comunidad estará representada por la cifra siete. Veremos las razones para esta exégesis cuando nos llegue la ocasión de comentar Juan 21, 2.
Nos queda algo por explicar, pero será en otra ocasión.

 
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