miércoles, 5 de junio de 2013

X Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 09/06/2013. Lucas 7,11-17

   La primera lectura y el evangelio de la misa de este domingo están íntimamente relacionados. Se puede comprobar haciendo una comparación entre Elías resucitando al hijo difunto de la viuda de Sarepta (1 Reyes 17,10-24) y Jesús resucitando al hijo de la viuda de Naín en el evangelio de hoy. Los paralelos son impresionantes. La mayoría de judíos, y quizá de cristianos gentiles de la época, conocían la historia de Elías. Así, les era muy fácil relacionarla con la historia de Jesús resucitando al hijo también de una viuda. Si Elías fue un profeta muy importante, Jesús es tanto y más según nos lo presentan todos los evangelistas.

   Termina la lectura de hoy sobre Elías, diciendo la madre del niño: "Ahora, reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdad".

   Sin necesidad de unas circunstancias tan excepcionales, ¿cuándo podrán decir de cada uno de nosotros, que somos hombres y mujeres de Dios y que la palabra de Dios está en nuestra boca?

   La segunda lectura es de la carta a los Gálatas 1,11-19. Dice Pablo que, antes de conocer a Jesucristo, era partidario fanático de las tradiciones de sus antepasados. El fanatismo es siempre muy mal consejero, incluso en materia religiosa. Esta afirmación es de gran importancia en los momentos actuales, en que se habla de la nueva evangelización. Los signos de los tiempos y la necesidad de tener en cuenta un nuevo paradigma, como ha sucedido en otras ocasiones de la historia del cristianismo, nos obligan a dejar atrás ideas que habíamos concebido como verdaderas y que en realidad no lo son. Algo parecido a lo que ha sucedido con el limbo. De estar en catecismos oficiales de la Iglesia, ha pasado a considerarse como no existente. En muchas circunstancias, se olvida lo que realmente afirma el Nuevo Testamento y se deja atrás lo que enseña la historia sobre el cristianismo original. Se van creando así afirmaciones teológicas muy discutibles, y cuando los signos de los tiempos nos piden dejarlas atrás, nos convertimos sin querer en fanáticos, defensores de las mismas como afirma San Pablo.

   Como ya se ha dicho, el evangelio de hoy tiene un trasfondo en el Antiguo Testamento. El milagro en que Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín sucede en esta ciudad, a nueve kilómetros al sureste de Nazaret y no lejos de Cafarnaum, donde Jesús vivió de adulto.

   La mujer de este evangelio era viuda, y ahora se le muere su único hijo. Esto, que siempre es tremendo para cualquier madre, es un sufrimiento enormemente mayor cuando la mujer vive en una sociedad machista y patriarcal. No se trata sólo de una tragedia personal si no que es una catástrofe económica, pues deja a la mujer sin ningún medio para sustentarse.

   Poco se sabe de las emociones de Jesús y, en concreto, Lucas raramente habla de ellas. Pero, aquí Lucas menciona su compasión. Dice que Jesús, al ver a la viuda, le dio lástima, se compadeció.

   Jesús toca el féretro, y dice: "¡Muchacho, a tí te lo digo, levántate !" El muerto se incorporó y comenzó a hablar. Y se lo dió a su madre.

   En este milagro Jesús no pide la fe para nada. Tampoco la madre ha pedido ayuda a Jesús ni ha mostrado su fe en él. No obstante, Jesús resucita al joven y se lo da a su madre.

   Todos tienen miedo ante la manifestación de Dios.

   Compromiso:
   Piensa de cuantas personas puedes decir que son hombres y mujeres de Dios.

 
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