lunes, 7 de mayo de 2012

VI Domingo después de Pascua. Ciclo B. 13/05/2012. Juan, 15,9.17

   Comienza el versículo 9 del evangelio de hoy afirmando Jesús que, igual que el Padre le manifestó su amor, así nos ha manifestado él el suyo. Aquí, como tantas veces, está en juego el Espíritu divino. No hay otra forma de manifestarse Dios a los hombres, al menos hoy por hoy. El Padre manifestó su amor a Jesús con la comunicación del Espíritu, el Espíritu del inmenso amor. Y de la misma manera, Jesús nos manifiesta su amor comunicándonos su Espíritu, la fuerza del amor. Esta experiencia es real, no es ficticia. Es un conocimiento amoroso de Dios, que Jesús comunica a los suyos.

   Sólo hay un mandamiento, que es el mandamiento del amor. No hay diez, sólo hay uno. Uno que se cumple de múltiples formas, según el caso. Por eso se habla de mandamientos. En Juan, los mandamientos se refieren al trabajo por el hombre, realizando las obras de Dios. La autenticidad de la experiencia de Dios se manifiesta por la entrega a los demás, amándole también a él.

   Consecuencia de todo lo dicho es la alegría. Es la alegría de Jesús, y él desea que llegue en nosotros a su plenitud. Cuando amamos se produce en nosotros la experiencia del amor. Amar a Jesús es inseparable del cumplir el mandamiento del amor. Jesús nos da una experiencia especial, divina, del deber cumplido.

   Cuando desapareció la primera generación de cristianos, en concreto la de los apóstoles y profetas, es decir, entre los años 80 y 100 d.C., los nuevos dirigentes de la comunidad cristiana deben ser personas que transmitan las experiencias originales que tuvieron aquellos hombres, cuando se encontraron con Jesús. Los dirigentes posapostólicos deben mantener ese origen apostólico de la experiencia de Jesús resucitado y de ello tendrán que vivir las comunidades del futuro.

   Con toda la riqueza de matices que tienen las palabras de Jesús, nos dice que somos sus amigos. La única condición es hacer lo que él nos manda. Para los que la cumplen, la única relación posible con Jesús es una relación de verdadera amistad. La comunicación entre amigos es de sintonía y comunión. Esta comunicación no es jamás de subordinación, sino de compenetración e intimidad. Es la experiencia original sobre Jesús resucitado, vivo y que sigue comunicándose a los suyos.

   Si tu no has aceptado todavía a Jesús dile que lo aceptarás si él te hace ver. Díselo todos los días y más de una vez. Persevera diciéndoselo y él, al final, te dará luz y te eligirá. Porque, como dice el evangelio de hoy, no eliges tu a Jesús, sino que es él quien te elige a tí.

   Pero, Jesús te elige para que des fruto. Es la misión. Los cristianos no somos una comunidad cerrada. Nuestro deber es hablar de Jesús y proclamar la excelencia de creer en él y seguirle. Esto es dar fruto. Y en esta línea, el Padre nos concederá lo que le pidamos para que sea acreciente la comunidad, para que el fruto sea profundo. Pero, debemos, no sólo pedir, sino también trabajar para que la comunidad se acreciente.

   Compromiso:
   Comprométete con otros cristianos y haz una comunidad cristiana de base. Informáte con quien creas que puede ayudarte.

 
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