Esta fiesta nos invita a recordar el bautismo de Jesús y nuestro propio bautismo. Dos bautismos aparentemente iguales, pero realmente distintos. El bautismo de Jesús es expansivo, es dinámico. Su fuerza, su virtud viene hacia nosotros para transformarnos. Su fuerza sale de Jesús para transformarnos cuando lo recibimos, cuando nos bautizamos. Por esta razón hoy es un día muy grande. Es el día del bautismo de Jesús.
La primera lectura es del libro bíblico de Isaías 42,1-4.6-7. Hace un magnífico retrato de Jesús. Dice el Señor que él enseñará la verdad a las naciones. A través de los tiempos, nosotros, los creyentes, hacemos las veces de Jesús. Y, aunque seamos nada al lado de Jesús, éste no apagará la mecha vacilante que es la nuestra. El Señor, si nos dejamos, nos toma de su mano y hace que trabajemos por su pueblo, que abran los ojos y contemplen la verdad. ¡Que puedan ver los que habitan en las tinieblas gracias a que nosotros los llevamos por buen camino!
La segunda lectura es del libro de los Hechos 10,34-38. Dios no hace acepción de personas. Quiere que seamos buenos y que trabajemos para que los demás practiquen el bien. Dice el autor de esta lectura, es decir, del libro de los Hechos, que Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo y que pasó por este mundo haciendo el bien.
Al empezar, se dice que en Dios no hay acepción de personas, es decir, que Dios recibe al que lo teme y practica la justicia. Nos dice la lectura que Jesús fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. ¡Dios estaba con él!¡Y Dios está contigo si tú te dejas llevar por él!
El evangelio nos hace ver que el bautismo cristiano es un bautismo con Espíritu Santo. No solo con agua. Y se vio cómo se rasgaban los cielos y al Espíritu bajar sobre él como una paloma, dice esta "palabra de Dios".
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