martes, 30 de septiembre de 2014

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 5/10/2014. Mateo 21, 33-43

   Este domingo nos ofrece dos lecturas, la primera y la del evangelio o tercera, que son dos parábolas sobre la viña del Señor. Parece que la historia se repite. Las dos se refieren a la conducta torcida del pueblo escogido por Dios, para que diese buen fruto en la tierra. La antítesis a estas dos lecturas la encontramos con sus recomendaciones en la segunda del apóstol Pablo.

   La primera lectura es de Isaías (5,1-7). Nos habla de un amigo que tenía una viña que, a pesar de trabajarla con verdadero cariño y esmero, dio agrazones en vez de ricas uvas. La viña pertenece a Dios, el Señor, y esperaba de ella que se cumpliese el derecho, la rectitud para con los demás, la justicia, pero, en su lugar, aparecieron asesinatos.

   En la segunda lectura (Filipenses 4,6-9), como reacción a las otras dos, nos dice Pablo: "Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito tenedlo en cuenta". Si la alegórica viña hubiera practicado todo ello, hubiera producido uvas bien sabrosas. Todo eso, hecho con espíritu de amor a Dios, como oración y dando gracias a Dios, hará que la paz de Dios inunde nuestros corazones. Esa paz es una paz que nos inunda y es la enseñanza de Pablo en esta segunda lectura.

   El evangelio nos presenta otra parábola, también sobre la viña. Aquí no nos dice lo que el Señor, Dios, esperaba de ella, sino a quién se traspasará la viña, debido al criminal comportamiento de los viñadores. Jesús recuerda un dicho de la Biblia: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos". Es decir, se quitará el reino de Dios a los judíos y se pasará a los paganos. Sin embargo, consta  que Dios no olvida a nadie y, por lo tanto, no olvida al Pueblo Judío. Pero, en contr de lo que muchos sacerdotes predican, se ha de afirmar que el Reino de Dios no coincide con la Iglesia. Desde luego no lo afirma ni se deduce del evangelio de hoy, ni de ningún texto bíblico.

   Lo que ha de ser el nuevo pueblo de Dios, nos lo expresa muy bien la segunda lectura. Debemos tener muy en cuenta lo que nos dice Pablo en ella. De esa forma, nunca haremos como los viñadores de ambas lecturas. Si la paz de Dios inunda nuestros corazones, pertenecemos de verdad al pueblo de Dios.

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   Compromiso:
   Reflexiona sobre cada palabra de lo que afirma la segunda lectura.

 
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