lunes, 3 de septiembre de 2012

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 09/09/2012. Marcos, 7, 31-37

   Para este evangelio, como para otros, es importante situarse en el lugar donde sucede la escena. Hoy, Jesús se encuentra con sus discípulos en territorio pagano, no judío, es decir, en la orilla oriental del mar de Galilea, en la Decápolis.

   Los anónimos colaboradores, como tantas veces sucede, llevan a Jesús, en este caso, un sordo tartamudo para que le imponga las manos. Se usa aquí un presente histórico. Es decir, "llevan", "presentan" a Jesús, que se traduce por "llevaron", "presentaron". Cuando el verbo está en presente histórico, el evangelista Marcos quiere decirnos que el hecho se repite actualmente, que sucede todavía en su tiempo. El sordo no acude a Jesús para que lo cure, lo llevan. Ello indica que el sordo no siente necesidad de cambio.

   En el Antiguo Testamento, nunca se relata la curación de sordomudos. La sordera se usa siempre de un modo figurado, para expresar la resistencia de los judíos a escuchar lo que Dios les dice.

   El hecho de situar este pasaje en territorio pagano nos pone de manifiesto la mentalidad judía de los discípulos, cerrados al mensaje universalista de Jesús e indiferentes a la suerte de los demás pueblos. Los discípulos no quieren oir (sordos) el mensaje de Jesús y lo que predican está deformado (tartamudez).

   Los discípulos subordinan la misión de Jesús a lo que piensan ser una revelación divina inamovible.

   Habría que preguntarse si este fenómeno no se repite hoy día. Consideramos algunas cosas como inamovibles, cuando realmente no lo son. Un ejemplo es la existencia del limbo. Todos los mayores habíamos estudiado la realidad del limbo en el catecismo. Y lo creíamos como dogma de fe. Hoy, ya nadie se acuerda de él. No era tal dogma de fe.

   Después de Trento, los teólogos fueron dando lugar a diversas formulaciones que se hicieron casi definitivas, como si fuesen dogmas. Sin embargo, las investigaciones de hoy día, tanto bíblicas como del mismo concilio de Trento, nos hacen ver que a dicho concilio se le atribuyen cosas que no son así. Y esta equivocada teología caló profundamente en los libros y en las mentalidades. Se hacía derivar de Trento lo que realmente no venía de él, y se creó una teología de los últimos 300-400 años.

   El Vaticano II trató de corregir algunos aspectos de esa teología, pero sin resultados. Peor. Hoy día, se ha creado una feroz oposición al Vaticano II, promovida por las fuerzas conservadoras de la Iglesia. El cerrojazo dado al concilio es tremendo. Al parecer, el Espíritu Santo no estaba allí. El Espíritu de Jesús estaba ausente.

   Algunos están sordos y tartamudean. Se cierran a signos conciliares, a lo que Jesús nos enseña. Es verdad que, al final, se les abrirán los oídos y se les soltará la traba de la lengua como al sordomudo del evangelio. Pero, las iglesias se quedarán cada vez más vacías, mientras domine en la Iglesia una teología ideologizada. ¡Asumamos el Vaticano II sin miedos! Y, a continuación, vayamos con alegría hacia un Vaticano III.

   Compromiso:
   Saber ver signos de los tiempos y captar los que no tienen por qué oponerse a Jesús.

 
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