lunes, 8 de octubre de 2012

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 14/10/2012. Marcos, 10,17-30

   En el judaísmo se había llegado a tener que practicar un cúmulo tal de prácticas y mandamientos para obtener la vida eterna, que era muy difícil conseguirla. Esta es la razón por la que un rico pregunta a Jesús: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". Esta pregunta no se refiere a un cambio personal sino a qué prescripciones o prácticas son las esenciales para obtener la vida definitiva. Prácticas que no obligan a despegarse de las riquezas que uno ha adquirido.

   Jesús contesta al rico haciéndole ver lo esencial de los mandamientos: no matar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio, no estafar, sustentar a los padres. Jesús, en este caso, no menciona ni un solo elemento religioso, igualando así a los judíos con los demás hombres. Se trata de garantizar la convivencia básica entre todos los hombres. Además, como el pobre no puede estafar por falta de recursos, inserta este mandamiento para el rico.

   Es fundamental tener claro que las convicciones religiosas no son lo decisivo, como lo eran para los judíos. El código ético que propone Jesús al rico es universal, no sólo judío. Es válido para cualquier ser humano, en la cultura que sea. Y todo eso ya lo cumple el rico de este evangelio. Es lo que Jesús le pide para que pueda salvarse.

   Pero, si quiere, además de ir al cielo, tener un tesoro en él, debe venderlo todo y dárselo a los pobres. Sin embargo, este rico no tiene amor pleno y se marcha triste. Rehuye una vida plena de Dios. Rehuye el trabajar por los demás.

   Ahora, puede alcanzar la vida definitiva en el cielo, pero no entrar en el Reino de Dios. Este reino se refiere a la comunidad de Jesús. Recuérdese que, en los evangelios de domingos anteriores, los chiquillos o niños eran los cristianos provenientes del paganismo, no los de los judíos. Eran los últimos de todos y los servidores de todos. Y la posibilidad de que los ricos sean como los "chiquillos" es una opción muy difícil. Sin embargo, es donde Jesús pone la mirada, pues a la comunidad cristiana proveniente del judaísmo tiene que estar corrigiéndola continuamente. Y eso que en ella están los Doce, incluído Pedro. Pero, al tener una conducta no aceptable por Jesús, a los doce los llama simplemente discípulos.

   En el judaísmo, la riqueza era considerada una bendición de Dios. Los considerados buenos no buscan un cambio en la sociedad ante las injusticias, sino que piensan en unas sencillas reformas. Jesús utiliza un lenguaje hiperbólico (el del camello) para hacernos ver la incapacidad de los ricos. Los discípulos comentan que sin las riquezas "¿quién puede subsistir?" y no "¿quién puede salvarse?" como dice la mala traducción de la lectura vulgata de la misa. Pero, para Dios no hay nada imposible.

   Debemos fijarnos en el último párrafo, en que se recibe cien veces más de todo lo que se dejó, menos "padres". Los padres, en aquella época representaban, no la autoridad, sino el autoritarismo más rabioso. Recordemos que el evangelio es, ante todo, amor.

   Compromiso:
   Aprender a usar bien las riquezas y ser desprendidos ante las necesidades del prójimo.

 
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