martes, 31 de marzo de 2015

Domingo de Resurrección. Ciclo B. 5/4/2015. Juan 20, 1-9

   Hoy es un día de gran alegría para los cristianos. Quien ha vivido los días de Cuaresma y la Pasión con verdadero recogimiento y actuación cristianas, sin duda, siente hoy el esplendor de un Cristo resucitado. La liturgia de este día es toda una vivencia de la resurrección del Señor crucificado. Es el hilo conductor de las lecturas. La primera, tomada de los Hechos de los Apóstoles (10, 34a. 37-43) empieza con una frase que manifiesta, en las vivencias judías de la época, la irrupción de Dios en la sociedad, en las gentes. En efecto, Cristo, es hombre hecho un Cristo, con semblante de sufrimiento atroz y mirada divina, "fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo". Esta es la frase principal de esta primera lectura. Efectivamente, los que han creído en El han sentido en ellos esa fuerza del Espíritu Santo. Y la seguimos sintiendo los que comemos y bebemos con él, después de su resurrección, en la eucaristía.

   La lectura de la carta de Pablo a los Colosenses (3,1-4) comienza afirmando la realidad actual de nuestra resurrección con Cristo. El evangelio o buena noticia de Jesús nos invita a la obediencia porque ya hemos sido salvados y resucitado, mientras que si todo fuese por el cumplimiento de la ley, tendríamos que obedecerla para ser salvos y resucitados. Ahora, el cristiano obra o cumple por agradecimiento y no para conseguir algo aunque sea la salvación. Algunos aconsejan como rezo acorde con estos pensamientos, el salmo 110. Este salmo es el más veces citado en el Nuevo Testamento.

   El evangelio de hoy, como todo lo de Juan, usa de un simbolismo que es necesario penetrar por encima de su literalidad. Aunque María Magdalena va por la mañana al sepulcro, sin embargo, todavía son tinieblas. Aunque Cristo ya ha resucitado y llegado la luz, María va al sepulcro pensando en un difunto que está allí, aún vive en tinieblas. María ve la losa quitada. En el evangelio ni siquiera se ha mencionado que hubiera sido puesta. El discípulo amado está presente. Todo ello, relaciona este episodio con el de la resurrección de Lázaro. Allí, Jesús ordenó quitar la losa y desatarlo. Aquí la losa está quitada y los lienzos ya no atan a Jesús. Se nos dice que dichos lienzos están puestos, extendidos, como sábanas para el lecho nupcial. Hay aquí un signo de vida, pero no se da cuenta. El sudario es el único común con Lázaro. Es signo de muerte. El sudario, en Lázaro, cubría la cara; en Jesús, sólo la cabeza. El cuerpo de Jesús lo cubren los lienzos, a Lázaro vendas.

   El sudario enrollado a un determinado lugar. La expresión "el lugar" siempre designa, en Juan, el templo de Jerusalén. Ahora, el sudario envuelve al templo, que ha muerto para siempre. El nuevo templo es Jesús resucitado. Ahora, adquiere sentido aquella frase de Jesús: "Destruid este templo y yo lo reedificaré en tres días". Es la maravilla de la resurrección. Sepamos vislumbrar y ver la luz de Cristo.

   Compromiso:
   Piénsalo tú conforme a tu experiencia cristiana.

 
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